La queratoconjuntivitis vernal (QCV) es una queratoconjuntivitis bilateral crónica típica de los niños. Por lo general, se manifiesta en la primera década de la vida, aunque algunos casos se describen también en adultos.
Su prevalencia muestra una variabilidad geográfica extrema (Tabla 1). La mayor incidencia se reporta en los países africanos, con una incidencia que disminuye en proporción directa a la distancia desde el ecuador.
La QCV se caracteriza por prurito, fotofobia, descarga mucosa blanca, lagrimeo, sensación de cuerpo extraño y dolor debido a la afectación corneal de las úlceras en escudo. Los signos patognomónicos de la QCV son los puntos Trantas (agregaciones de células epiteliales y eosinófilos), papilas gigantes de adoquines en los párpados tarsales superiores y úlceras de escudo. Otros signos descritos son la hiperemia conjuntival, el infiltrado gelatinoso en el limbo, la neovascularización de la córnea y el seudogerontoxon. Hay tres formas de QCV: tarsal, limbal y mixta. La forma tarsal se caracteriza por las papilas en la tapa tarsal superior, mientras que la forma limbal por infiltrados gelatinosos en el limbo (caracterizada por una infiltración de linfocitos, células plasmáticas, macrófagos, basófilos, muchos eosinófilos y células conjuntivales mucinosas), puntos Trantas (nódulos blancos compuestos de eosinófilos y restos epiteliales ubicados en el limbo) y, de manera eventual, con queratitis punteada y úlceras en escudo. En la forma mixta, tanto la conjuntiva corneal como la tarsal están involucradas.