miércoles, 21 de agosto de 2024

Cómo afecta la COVID persistente al manejo de las enfermedades respiratorias como el asma

Los síntomas de la COVID-19 pueden variar desde tos, dificultad para respirar y fiebre, hasta enfermedades críticas incluyendo insuficiencia respiratoria y fallo multiorgánico.

El creciente interés en las consecuencias respiratorias del COVID persistente ha impulsado numerosas investigaciones. Estos estudios se centran en entender las secuelas a largo plazo en la función pulmonar y en explorar opciones de tratamiento para aliviar los síntomas respiratorios crónicos. Persisten anomalías como la reducción en la capacidad de difusión de monóxido de carbono y las alteraciones en las imágenes de tórax, subrayan la necesidad de seguimiento a largo plazo y estrategias de rehabilitación pulmonar específicas.

Durante los últimos años, el asma, como comorbilidad de la COVID-19, ha seguido un patrón homogéneo en todos los países donde se han publicado datos. Inicialmente, se pensaba que el SARS-CoV-2 podría causar exacerbaciones del asma debido a infecciones virales. Sin embargo, los estudios realizados durante la pandemia no han establecido una asociación clara entre el asma y un mayor riesgo de complicaciones o mortalidad por COVID-19, explica la doctora Esperanza Muñoz, del Centro de Salud Foietes, en Benidorm (Alicante).

“El asma no parece aumentar el riesgo de complicaciones o mortalidad en infecciones por SARS-CoV-2. Factores inmunorreguladores, como los impulsados por un entorno Th2 y Th17, podrían modificar la respuesta inflamatoria inducida por COVID-19. Y las características del asma, como la eosinofilia y la inflamación tipo Th2, pueden promover el aclaramiento viral y la inmunidad antiviral, lo que explica la baja prevalencia de asma en individuos con COVID-19”, destaca la especialista.

Por otro lado, los fármacos utilizados en el control del asma, incluyendo los anticuerpos monoclonales, también pueden inhibir la replicación viral. Esteroides inhalados, broncodilatadores de acción prolongada y terapias biológicas han demostrado reducir el riesgo de complicaciones por COVID-19 en pacientes asmáticos. De hecho, “las principales guías de manejo del asma propusieron que, durante la pandemia, no se modificaran estos tratamientos”, añade la doctora Muñoz.

Incidencia de COVID-19 en pacientes respiratorios

La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) ha revisado exhaustivamente los efectos de la COVID-19 en pacientes con enfermedades respiratorias previas. Se ha constatado que personas con apnea obstructiva del sueño (AOS) y cáncer de pulmón tienen un mayor riesgo de contraer y morir por COVID-19. La pandemia, causada por el SARS-CoV-2, afectó  a 452,4 millones de personas en el mundo, con más de 11 millones de casos y 100.000 muertes en España.

El 75 % de los pacientes hospitalizados por COVID-19 tenían morbilidades concomitantes, y aquellos con enfermedades crónicas subyacentes son más propensos a enfermar gravemente. Personas con antecedentes de trastornos cardiovasculares, cáncer, obesidad, Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), diabetes o enfermedades neurológicas han tenido un peor pronóstico y, además, son más propensas a sufrir el síndrome de dificultad respiratoria aguda o neumonía.

Sintomatología muy variable

La COVID-19 afecta el sistema respiratorio de diversas maneras, con gravedad variable según el sistema inmunitario, la edad y las comorbilidades del paciente. Una reciente revisión en Archivos de Bronconeumología estudió los efectos de la COVID-19 en enfermedades pulmonares graves y/o prevalentes, como AOS, cáncer de pulmón, bronquiectasias, fibrosis quística, EPOC, asma, enfermedades vasculares pulmonares, enfermedades intersticiales y tabaquismo.

La doctora Ana Milán, del Centro de Salud Villena II, en Villena (Alicante), señala que de ese estudio se extrae que los síntomas de la COVID-19 pueden variar desde leves, como tos, dificultad para respirar y fiebre, hasta enfermedades críticas, incluyendo insuficiencia respiratoria y fallo multiorgánico. “Por lo tanto, –concluye– la infección por COVID-19 puede empeorar significativamente estas enfermedades preexistentes”.

Síntomas de la COVID persistente

La COVID persistente puede afectar a un amplio espectro de pacientes, desde aquellos con síntomas leves hasta los que han tenido manifestaciones graves durante la fase aguda. Se estima que afecta a un 10 % de los pacientes que han superado la enfermedad, siendo más prevalente en personas hospitalizadas (50-70 %) que en no hospitalizadas (10-30%) y menor en personas vacunadas (10-12 %).

“Los individuos más propensos a sufrir COVID persistente son aquellos con antecedentes de tabaquismo, IMC elevado, mayores de 40 años, sexo femenino, índice de comorbilidad de Charlson y síntomas respiratorios basales”, indica la doctora María Eugenia Gutiérrez, responsable de Formación del Centro de Salud Lorca-San Diego, en Lorca (Murcia). También influyen el estado vacunal y la aparición de reinfecciones.

Las manifestaciones clínicas de la COVID persistente son variadas, afectando a múltiples sistemas del organismo. Se han descrito más de 200 síntomas, siendo los más frecuentes los relacionados con los sistemas cardiovascular y respiratorio, como fatiga, disnea, dolor torácico, tos e intolerancia al ejercicio.

Aunque los mecanismos etiológicos exactos aún se desconocen, se consideran varias hipótesis como el reservorio viral hepático, la disbiosis gastrointestinal, la disfunción neuronal, las alteraciones autoinmunes, la inmunotrombosis, la lesión endotelial grave y la disfunción del tronco encefálico

Actualmente, no existe un tratamiento efectivo para la COVID persistente, salvo la atención integral e individualizada de los afectados. La atención de estos pacientes se realiza principalmente en el ámbito de la Atención Primaria, con derivación a segundo nivel en casos de disnea moderada o grave (mMRC 3-4) o alteraciones en pruebas de imagen (TCAR o Rx).

Consecuencias de la COVID persistente

Una tendencia preocupante observada en estudios recientes es la disociación entre los síntomas y las medidas objetivas de salud, lo que destaca las limitaciones de las investigaciones clínicas rutinarias. Para abordar esto, se están realizando esfuerzos de fenotipado más profundo que incluyen imágenes cardiopulmonares avanzadas (por ejemplo, xenón hiperpolarizado), espectrometría de masas, metabolómica, proteómica, secuenciación del genoma completo y estudios de microbioma intestinal. Estas técnicas prometen descifrar los procesos fisiopatológicos del COVID persistente.

Se espera que surjan múltiples endofenotipos (inflamatorios, metabólicos, autoinmunes, neurocognitivos, psicológicos) a través del análisis de datos impulsado por inteligencia artificial, permitiendo diagnósticos de precisión, predicción de riesgos y terapias específicas para los pacientes.

“La falta de evidencia actual para el tratamiento del COVID persistente ha impulsado numerosos ensayos clínicos”, dice la doctora María Ferrús, del Centro de Salud Malvarrosa en Valencia. Estos trabajos incluyen programas de rehabilitación (telemedicina y presencial) para tratar la fatiga, deterioro cognitivo y dificultad para respirar, además de terapias dirigidas a la cognición, moduladores metabólicos, terapias inmunomoduladoras, tratamientos antifibróticos y anticoagulantes.

Otras complicaciones

Existen numerosos estudios que evidencian la persistencia de complicaciones y anomalías estructurales pulmonares tras la resolución de la infección aguda por COVID-19. Entre las principales complicaciones se encuentran la fibrosis pulmonar, la enfermedad pulmonar restrictiva y obstructiva, la enfermedad vascular pulmonar, la tos crónica y la disnea.

Algunos estudios informan que estos síntomas persisten en hasta un 60 % de las personas recuperadas de COVID-19, lo que hace necesaria la solicitud de pruebas complementarias como análisis de sangre, pruebas de imagen y de función pulmonar, test de 6 minutos marcha y ecocardiograma para descartar otras etiologías. Además, un tercio de las personas hospitalizadas durante la fase aguda de la infección presentó alteraciones estructurales pulmonares evidenciadas por tomografía computarizada durante su seguimiento.

Entre estas alteraciones se encuentran las opacidades en vidrio deslustrado, el patrón reticular, el patrón en empedrado, las líneas subpleurales, el engrosamiento pleural y la fibrosis, siendo más frecuentes en la fase intermedia-progresiva y avanzada de la enfermedad.

Cómo afectan los tratamientos

La doctora Gutiérrez, además, subraya que “no se debe desdeñar el impacto de las terapias administradas para la recuperación de estos pacientes, como algunos fármacos antivirales o la ventilación mecánica, que pueden contribuir a estas alteraciones estructurales, las cuales pueden persistir hasta 12 meses tras el inicio de la enfermedad, incluso en pacientes con mejoría clínica”.

Un estudio realizado en hospitales españoles, que incluyó a 100 pacientes ingresados por infección SARS-CoV-2, reveló que tras el alta hospitalaria aún presentaban un déficit de difusión (DLCO <80 %), asociado con los casos más graves de COVID-19. Otro estudio concluyó que la gravedad de la insuficiencia respiratoria durante la COVID-19 se correlaciona con el deterioro de la función pulmonar y la calidad de vida respiratoria en el año posterior a la infección aguda.

“Actualmente, disponemos de diversas opciones terapéuticas para estos enfermos, dirigidas a tratar las causas subyacentes de los síntomas. Hablamos de terapias farmacológicas y no farmacológicas, como la terapia nutricional y la fisioterapia respiratoria”, concluye la facultativa. Es fundamental la combinación de ambas para la recuperación de estos pacientes.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: Ricardo Ortega Fernández, María Isabel Sirerol Morán, María Ferrús Domingo, María Eugenia Gutiérrez Peralta, José María Lobo Martínez, Ignacio A. Raduán, Ana Milán Ferrándiz, Elisa Altagracia Comas Alcántara y Esperanza Muñoz González.

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Fuente: https://elmedicointeractivo.com/

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