lunes, 12 de marzo de 2018

El Reina Sofía realiza pruebas de alergia a medicamentos a 1.500 pacientes al año

  • El uso creciente de fármacos y la polimedicación hace que las respuestas inmunitarias hayan aumentado
  • El 80% de las reacciones son locales, como eccemas o urticarias

  • El creciente uso de medicamentos y la polimedicación de la población tiene como efecto secundario la aparición de reacciones adversas, entre ellas las alergias, "que no tienen que ver con el tipo de medicina sino con la sensibilidad o idiosincrasia del individuo que la padece". Por la Unidad de Gestión Clínica (UGC) de Alergología del Hospital Reina Sofía pasan cada año unos 1.500 pacientes nuevos a los que los profesionales de este servicio realizan pruebas ante la sospecha de que hayan sufrido una respuesta inmunitaria. A estas personas les realizan unos 3.800 tests, de ellos entre 200 y 250 son de riesgo y hay que llevarlos a cabo en el hospital de día, ubicado en el Provincial.

    La responsable de la unidad, Carmen Moreno, aclara que las alergias a fármacos no son un efecto tóxico ni secundario, sino que las presentan individuos que son vulnerables y aparecen de una manera muy similar independientemente del medicamento. Según esto, el efecto que puede provocar la aspirina puede ser muy parecido al de la penicilina.
    SI EL ENFERMO GUARDA EL ENVASE DEL FÁRMACO, EL ESPECIALISTA TENDRÁ UN 80% DEL DIAGNÓSTICO
    Las reacciones se pueden manifestar de diferentes formas. Las más frecuentes son las locales (se dan en más del 80% de los pacientes) y pueden producir picor, eccemas o urticarias en la piel. Esa exposición local prepara para la aparición de otras reacciones más importantes, las generalizadas. Éstas pueden tener síntomas y gravedad muy diversos: afectación a las mucosas (nariz, garganta o conjuntivas), a los bronquios (provocando ataques asmáticos), al aparato digestivo, bajadas de tensión y "hasta reacciones amenazantes para la vida por anafilaxia, que afortunadamente son excepcionales". Las reacciones a medicinas son muy rápidas y se producen pocos minutos después de la toma.
    La doctora Moreno señala que la unidad recibe con frecuencia consultas de episodios que se confunden con reacciones alérgicas pero que son efectos adversos de los medicamentos o situaciones de ansiedad por temor al uso de éstos, como taquicardias o presión en el pecho. Ante esto, tienen que hacer un cribado para discriminar los que realmente son alérgicos.
    Estas reacciones del sistema inmunológico nunca se dan la primera vez que se toma un fármaco: "es una condición necesaria haber tomado y tolerado el medicamento previamente; de hecho, este tipo de alergia tiene un factor de riesgo, que es el uso continuado de las medicinas y tomarlas de manera discontinua". Por lo tanto, no tiene un componente hereditario como sí ocurre con la alergia al polen o a los alimentos.
    Moreno explica que un caso muy típico el de los analgésicos o antiinflamatorios "que tomamos cuando nos duele algo y con automedicación". Este tipo de alergia se da mucho más que las otras en pacientes con más edad porque toman más fármacos y se han expuesto más a ellos.
    Cualquier medicamento puede producir alergia. Los más frecuentes son los antiinflamatorios no esteroideos (como el nolotil o el ibuprofeno) y, por otro lado, los antibióticos que más se utilizan, los derivados de la penicilina. Sin embargo, "estamos viendo que están aumentando los casos de las quinolonas, unos antibióticos de reciente aparición pero que se usan mucho", indica Moreno. Por otra parte, "son tremendamente importantes los casos de alergia a quimioterápicos en pacientes oncológicos".
    A la hora de hacer las pruebas, los pacientes de riesgo se derivan al hospital de día, un espacio en el que se pueden atender a cuatro personas como máximo. Esto ocurre cuando la reacción alérgica que han tenido ha sido muy grave o porque aunque no haya un riesgo especialmente grande, el paciente tiene otros factores de riesgo (enfermedad cardiaca, hipertensión, problemas circulatorios o respiratorios...). Allí están controlados de forma permanente por personal sanitario.
    La doctora aclara que en Alergia "no trabajamos para confirmar una reacción cuando eso implica una intervención que produzca riesgo para el paciente; y la necesidad de un test que conlleve riesgo es muy frecuente". Por ello, para hacer un diagnótico se basan en tres factores. El primero es hacer una aproximación con la historia clínica, "la herramienta diagnóstica más importante para la alergia al medicamento". En este sentido, Moreno advierte de la importancia de guardar los envases del fármaco sospechoso de provocar la reacción porque así los especialistas tendrán el 80% del diagnóstico hecho. El segundo es hacer unas pruebas complementarias o in vitro (mediante análisis de sangre) que se utilizan sólo como argumento de positividad. Esto es así porque pueden dar un falso negativo. En ese caso habría que descartarlo y para ello se pasa a la exposición directa del paciente al medicamento, por distintas vías y en pequeñas dosis para evitar el riesgo.
    Si los especialistas prevén que puede haber muchas complicaciones, sólo realizan un diagnóstico con una aproximación y "la respuesta que tratamos de dar es qué puede tomar esa persona en vez de" ese grupo de fármacos que le pueden causar una reacción. La responsable de la unidad señala que "lo del no puede tomar lo decimos por la seguridad del paciente porque a veces hay un pequeño margen de que sí lo pudiera tomar, pero es demasiado arriesgado".
    Para finalizar, la doctora recuerda que "es fundamental decir a la población que no se automedique, que entienda que no todo lo que termina en ina es penicilina y hay cosas que no terminan en ina y sí lo son".

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