lunes, 29 de abril de 2019

Asma alérgica por ácaros: IgE específica y otros avances

Las posibilidades que ofrece el ‘tándem’ formado por las pruebas cutáneas y la determinación de la IgE específica permiten hoy por hoy llevar a cabo un diagnóstico cada vez más preciso y detallado del asma alérgica por ácaros. El diagnóstico molecular o por componentes es la última incorporación a esta ‘batería diagnóstica’.

Pilar Cots, jefa del Servicio de Alergología del Hospital Ruber Juan Bravo, de Madrid, comenta los principales avances en el diagnóstico del asma alérgica por ácaros. “Tenemos pruebas con alta sensibilidad y especificidad como los test in vivo o test cutáneos, que cuentan con una alta sensibilidad y son económicos y fáciles de realizar, pero los análisis de sangre en alergología aportan una información adicional que complementa el diagnóstico in vivo la mayoría de las veces. La determinación de la IgE específica tiene mayor especificidad que las pruebas cutáneas, de manera que con éstas es posible seleccionar a un gran número de pacientes, entre los que se incluirían los verdaderos alérgicos, y también algunos que no lo son realmente (falsos positivos), y que con la determinación de la IgE se identifican en un porcentaje elevado. La combinación de ambas pruebas aumenta el rendimiento diagnóstico. Además, mientras que las pruebas cutáneas no son cuantitativas, la determinación de la IgE específica sí lo es. Es importante destacar que un mayor tamaño del habón obtenido en el test cutáneo no siempre se relaciona con más nivel de IgE específica”.
Mejoras recientes
Según la experta, en los últimos años han mejorado notablemente las técnicas de determinación de la IgE específica: “Actualmente ofrecen una mayor reproducibilidad y fiabilidad (mejoras ligadas a la automatización); es posible cuantificar los niveles de IgE que antes se determinaban de forma semicuantitativa (desde indetectable hasta muy elevado), y se ha aumentado el número de alérgenos disponibles para la determinación. También se pueden determinar, de forma rápida y sencilla, mediadores en sangre, como la triptasa, y se han comercializado las matrices, biochips o microarrays en los que se pueden analizar varias moléculas de IgE específicas frente a un elevado número de alérgenos, de forma simultánea y con poco suero. Pero el cambio más destacado del diagnóstico alergológico in vitro ha sido la posibilidad de determinar IgE específica que sólo reconoce un pequeño grupo de aminoácidos del alérgeno (epítopos o determinantes antigénicos). Este giro ha permitido, por una parte, una mayor precisión en el diagnóstico alergológico; pero también dar una explicación científica a la obtención de distintos resultados, tras realizar el mismo tratamiento con inmunoterapia, en pacientes con sensibilizadores similares. Este diagnóstico molecular permite asociar la presencia de determinadas sensibilizaciones a proteínas o componentes concretos, con diferentes manifestaciones clínicas (más o menos graves); o bien explicar algunos fenómenos de reactividad cruzada, como los que ocurren cuando un paciente sensibilizado al ácaro del polvo desencadena una reacción alérgica tras la ingesta de una gamba. Sabemos que este hecho se debe a un reconocimiento inmunológico y producción de anticuerpos IgE frente a una proteína muy similar a la del ácaro, presente también en la gamba. El diagnóstico molecular o diagnóstico por componentes es ya una realidad en las consultas de alergología”.
Lo último
Un estudio reciente publicado en Thorax demostró que el crecimiento de los niños en los primeros 3 años de vida afecta al desarrollo de sus pulmones y determina el riesgo de asma. La investigación, realizada en el Instituto de Salud Global de Barcelona, hizo un seguimiento a 4.435 niños en los Países Bajos desde el nacimiento hasta los 10 años, analizando cómo los patrones de crecimiento afectaban a la salud respiratoria. Los resultados demostraron que los bebés con más velocidad de aumento de peso e IMC presentaban una función pulmonar más baja a los 10 años. En concreto, los autores constataron que esos niños tenían una función más baja relacionada con las vías respiratorias más pequeñas en relación con su volumen pulmonar, lo que podría ser un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades respiratorias en general y de asma infantil en particular.

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