Josefa tomó pecho hasta los dos meses de edad. Daniela, su mamá, tenía poca leche y tuvo problemas para amamantarla, así que el médico le recomendó alimentarla con fórmula. Pero Josefa presentó vómitos y reflujo que fueron en aumento, a la vez que rechazaba la mamadera. "A los cuatro meses ya no quería tomar leche. A veces me demoraba una hora y media para darle una mamadera chica. También probamos con leches especiales, pero no sirvieron", explica Daniela.
Al final se comprobó que la niña tenía heridas en su esófago por una alergia a la proteína de la leche de vaca, lo que le causaba mucho dolor y le impedía alimentarse. En ese momento el médico le propuso a su mamá probar con leche de burra, y le entregó dos litros. "Su primera mamadera se la tomó de una vez y con tantas ganas, que cuando la vi me puse a llorar", dice su mamá.
Este caso no es algo excepcional. Se estima que hasta un 3% de los niños menores de tres años presenta alergia a la proteína de la leche de vaca.
Pionero en usar esta alternativa de tratamiento, con la que se familiarizó cuando hacía un posgrado en Italia, es el doctor Germán Errázuriz, past president de la rama de gastroenterología de la Sociedad Chilena de Pediatría. El médico ha tratado a varios niños de manera exitosa con esta leche, entre ellos a Josefa.
"En Occidente no miramos la naturaleza, que nos ofrece soluciones a los problemas de salud. Hace un par de generaciones, a los niños prematuros en el campo se les daba leche de burra, y crecían muy bien", dice el doctor Errázuriz.
Este éxito se debería a que la leche de este animal es muy similar a la humana. "Se trata de una leche que tiene menos grasa y, por eso, menos calorías. Por eso se opta por agregarle aceite de maravilla, ya que, de lo contrario, el niño puede presentar bajo peso", explica Karen Basfi-fer, académica del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Pero es importante hacer un diagnóstico exacto de esta alergia. Sus síntomas son los que tiene un niño normal, pero exagerados. "Es propio de las guaguas que tengan vómitos, reflujo o cólicos. Pero cuando hay alergia, estos síntomas alcanzan un grado patológico. Asimismo, puede haber deposiciones con sangre y el niño no sube de peso", detalla Errázuriz.
Es el momento de hacer una prueba para confirmar el diagnóstico. Si resulta positiva, se prueba con la leche de burra.
"Si bien las guías médicas de Estados Unidos y Europa mencionan la leche de burra, su uso no tiene una indicación formal", advierte la doctora María Angélica Marinovic, inmunóloga de Clínica Santa María.
Para ella, lo más importante es mantener la lactancia materna, y "asegurarse que la mamá no tome leche de vaca mientras amamanta", ya que la proteína de esta pasaría al niño.
En caso de que el niño deje de tomar pecho y presente alergia a la proteína de la leche de vaca, la alternativa es darle fórmula. Se trata de leches en que la proteína se pulveriza y queda reducida a pequeños fragmentos llamados péptidos o aminoácidos. "En casos muy excepcionales que no son severos y que la fórmula no resulta bien, se puede probar con leche de burra", dice Marinovic. Aunque recomienda hacerlo en pequeñas cantidades en un centro de salud, por si se produce una reacción alérgica cruzada, ya que la proteína de la leche de burra igual tiene un 62% de similitud con la de vaca.
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