Dos estudios sugieren que un tipo de células inmunes funcionan como reservorios de los anticuerpos que provocan la respuesta exagerada del organismo ante algunos alérgenos.
El ser humano tiene a su servicio al ejército defensivo más leal y eficiente: el sistema inmune, una intrincada red de células, tejidos y órganos que protegen sin descanso al organismo de las amenazas externas. Y si bien son buenos en lo suyo, detectando y aniquilando sin piedad elementos nocivos, no son indefectibles. A veces, fallan. Por ejemplo, identificando como enemigo algo que no lo es, como un cacahuete o el polen de una flor. Cuando eso ocurre, surgen las alergias, que no son más que una reacción anómala del sistema inmune a una sustancia no perjudicial. La comunidad científica ha estudiado a fondo esta falla defensiva, pero hay agujeros de conocimiento no resueltos, como por qué persisten algunas alergias en el tiempo. Dos estudios publicados este miércoles en Science Translational Medicine profundizan en esta incógnita y sugieren que un tipo de células inmunes son las responsables de esta memoria porque funcionan como reservorios de los anticuerpos que provocan la respuesta exagerada del organismo ante algunos alérgenos.