viernes, 16 de noviembre de 2018

Revela estudio soluciones 
para niños con asma

Un estudio en el Valle de Yakima podría abrir las puertas para que niños que padecen asma reciban, como parte de su tratamiento médico, un purificador de aire portable que reduciría potencialmente los factores de riesgo.
Elizabeth Torres, coordinadora del Proyecto Bienestar coloca un monitor de respiración a Juan Aguayo, de 9 años, como parte de una investigación sobre  asma y calidad del aire dentro de la casa.
La propuesta estaría basada en los resultados de una investigación de más de cuatro años realizada con más de 70 familias en el Valle de Yakima. “En nuestra interpretación del estudio, parece que el uso de purificadores de aire portables reduce la exposición a partículas pequeñas, las que sabemos serán un problema (para la salud de los niños)”, dijo la doctora Catherine Karr, catedrática de la Universidad de Washington y quien lidera la investigación.

Según explicó Karr, “la pregunta a responder sería si esto (el purificador) influye en el mejoramiento de la salud de los niños”. Si es así, se pedirían cambios en la legislación local y en el seguro médico para que se provea este aparato a los menores sin costo.
Juan Aguayo, mide su respiración con Adriana Pérez, directora del Proyecto de asma de Yakima Valley Farm Workers Clinic
El equipo de trabajo—la Universidad de Washington (UW), la Clínica de Campesinos del Valle de Yakima (YVFWC), el Centro Comunitario de Educación del Noroeste (NCEC)/Radio KDNA, y en parte, la Universidad Heritage (HU)— obtendrá los últimos datos de las muestras del estudio en febrero de 2019. La doctora Karr, piensa publicar las conclusiones de la investigación en 2020.
El purificador de aire portable no sería la única solución para mejorar el ambiente de los niños con asma. En el estudio, debido al presupuesto, solo el 50 por ciento de los participantes recibieron el purificador, aunque todos presentaron altos niveles de inflamación en los pulmones y “la mayoría salió con alergia a ácaros”, dijo Adriana Pérez, directora del Proyecto de asma y quien mantiene contacto directo con las familias participantes.
Así que con base en datos de las familias que no recibieron el aparato, seleccionadas al azar, se demostraron que otras medidas como: lavar la ropa de cama con agua caliente, usar forros de almohadas y colchones contra ácaros, mantener a los animales fuera de alcance de muebles donde permanecen los menores, usar productos de limpieza sin amoniaco, quitar el moho de la casa, son soluciones eficientes para mejorar el ambiente dentro de la casa de niños con asma, dijo Pérez.
Al iniciar el estudio “las pruebas de respiración empezaron con alta inflamación en los pulmones y la función de los pulmones no estaba controlada, era menor del 80 ciento. Al final, los resultados salían mejor, la inflamación era menor y la función de los pulmones era mayor del 80 por ciento”, agregó Pérez.
Con el uso de los purificadores mejoraron más, confirmó Pérez.
“Si cuando terminemos el estudio encontramos que los purificadores de aire no solo ayudan a limpiar el aire, sino que reducen las visitas al hospital, las faltas a la escuela, (entonces) ya va a ver un estudio científico” que respalde la información, subrayó Pérez.
Los purificadores de aire “están diseñados para filtrar el aire quitando las partículas pequeñas y los gases que producen el asma”, explicó la doctora Karr.
Este aparato, y otros usados en la investigación, fueron adquiridos dentro del presupuesto otorgado por el Instituto Nacional de Salud.
En zonas agrícolas
Esta investigación, titulada “Intervención pediátrica (HAPI) en hogares de la zona agrícola para ver cómo la contaminacion de afuera afecta la salud dentro de la casa”, surgió como resultado de un estudio previo, explicó Elizabeth Torres, coordinadora del Proyecto Bienestar (EPB), programa bajo el que se encuentra el estudio.
En 2009, el equipo de investigación realizó un estudio con 50 niños del Valle Bajo, llamado “Factores agravantes del asma en el ambiente agrícola”, también subsidiado por el Instituto Nacional de Salud, y entre los hazallagos encontraron que en las casas de los participantes “los niveles de amoniaco eran más altos que los niveles permitidos, que las de partículas matter (diminutas) eran altas, eso nos dio la base para decir: afuera hay contaminación, pero cómo esta contaminación afecta a los niños dentro de su casa”, dijo Torres. Ese estudio concluyó en 2013.
En 2014, “recibimos los fondos para la segunda fase”, el proyecto HAPI, añadió Torres.
YVFWC reclutó a los niños, logró el consentimiento, les dio seguimiento en seis visitas en un periodo de un año, explicó Torres.
Las visitas—con diferentes expertos del equipo— incluyen pruebas para medir la inflamación de los pulmones, de alergias, una muestra de orina, toma de muestras de residuos de plástico, de amoniaco, de partículas pequeñas, residuos de comida procesados, de artículos de limpieza, instalación y pruebas de equipo de monitoreo, evaluación psicológica para ver cómo afecta a la familia tener un paciente con asma, detalló Torres.
Durante todo el proceso YVFWC mantiene el contacto con las familias para darles seguimiento y resolver sus dudas. Pérez “hace llamadas para saber cómo están las familias, ver en qué pueden ayudar, si necesitan información, ella les da seguimiento”, dijo Torres.
HAPI se enfoca en menores que viven en zonas agrícolas en el Valle de Yakima, donde los “niños de trabajadores agrícolas latinos” son vulnerables.
Un granito de arena
Juan Aguayo, de 9 años, se prueba un monitor que medirá su nivel de respiración. La misión del pequeño es cargar consigo el aparato todo el tiempo, especialmente al aire libre, para que los investigadores vean cómo varía su nivel de respiración en diferentes ambientes.
Juan fue diagnosticado con asma desde pequeño. “Lo más difícil al principio era estar al pendiente, enseñarle a decir que se sentía mal...decía: medicina, me duele”, dijo Guillermo Aguayo, su padre, al explicar que fue complicado porque Juan también tiene Déficit de Atención.
El clima en Utah, donde vivía la familia antes de mudarse a Yakima en 2012, era un factor que le afectaba mucho, explicó el padre. Los ataques de asma eran frecuentes “por la altura y lo seco”, agregó.
En Yakima la situación de Juan mejoró, aunque su familia debe continuar con las indicaciones médicas para evitar ataques de asma.
Ahora, por “por más de un año”, Juan y su familia han participado en el estudio HAPI. Junto a sus padres y su hermana, han recibido las visitas del equipo de investigación, seguido las instrucciones para mejorar la calidad de aire dentro de su casa y permitido la instalación de aparatos de monitoreo y medición.
“El programa le ha ayudado, está muy bien, aprende uno a evitar las cosas”, comentó Verónica Espinoza, su madre.
Esta familia es una de las 75 que concluirá el estudio, de las 97 que iniciaron en el proyecto.
“No podemos controlar los factores afuera de la casa”, dijo la doctora Karr, pero sí podemos hacerlo dentro de la casa. Y este es justamente el enfoque de este estudio en las zonas agrícolas del condado de Yakima.

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