lunes, 7 de noviembre de 2016

El extraño caso de vivir con alergia al agua

El nombre de “urticaria acuagénica” tal vez resulte muy técnico, pero se trata de una alergia a un elemento extremadamente común: el agua. Es una de las enfermedades consideradas “raras” en la cual se desarrollan ronchas con picazón inmediatamente después de que la piel entra en contacto con el agua (sin importar la temperatura).
Según información del Centro de Información sobre Enfermedades Genéticas y Raras (GARD, por sus siglas en inglés), dependiente del Departamento de Salud de los Estados Unidos, la urticaria acuagénica es más común en las mujeres y los síntomas a menudo comienzan en torno a la aparición de la pubertad. Ocurren generalmente durante el baño o ducha, baño de mar, y hasta el propio sudor.



Los científicos aún desconocen la causa exacta que genera este padecimiento. Aunque quienes siguen de cerca esta enfermedad tienen dos teorías: a) una sustancia disuelta en el agua ingresa en la piel y desencadena una respuesta inmune, por lo cual la alergia no sería causada por el agua en sí, sino por un “alérgeno” (agente externo que induce la reacción); b) una interacción entre el agua y una sustancia que se encuentra en o sobre la piel genera un material tóxico, lo que resulta en la urticaria.
Debido a la rareza de la condición, hay muy pocos datos sobre la eficacia de los tratamientos individuales; sin embargo, varios medicamentos y terapias se han utilizado recientemente con éxito variable, entre ellos antihistamínicos H1, fototerapia con luz ultravioleta, y hasta cremas que ejerzan como barrera entre el agua y la piel.
En primera persona. Alexandra Allen es una ciudadana estadounidense que padece urticaria acuagénica. En diálogo con el portal Science of us, declaró: “Tenía doce años cuando ocurrió por primera vez. Estaba en unas vacaciones en California y me tiré a una piscina. Desperté en medio de la noche cubierta de ronchas. Primero pensamos que podía ser alérgica a los químicos de la piscina y me di una ducha. Por entonces no lo sabíamos, pero el agua lo empeoró todo”.
“Sientes como si tu piel fuera un papel de lija muy delgado. Pica, pero no te puedes rascar porque sino se rompe y comienzas a sangrar”, describió Allen quien aprendió a convivir con la enfermedad desde entonces.

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