El doctor Juan Antonio Marrero, alergólogo del hospital Perpetuo Socorro
Por ello, y en caso de sospechar que se padece una alergia alimentaria es conveniente visitar a un especialista para confirmar la existencia de tal patología y comenzar su tratamiento, que se basa fundamentalmente en la retirada del alimento que provoca esta reacción en el organismo así como la prescripción de los medicamentos precisos en caso de una ingesta accidental. “Cuando tomamos un alimento y notamos que nos sienta mal es preciso acudir al especialista a la mayor brevedad para confirmar su existencia y si se debe al alimento del que sospechamos”, explica el doctor Juan Antonio García Marrero, especialista en Alergología del Hospital Perpetuo Socorro.
En general, se calcula que en los países occidentales, la alergia alimentaria afecta a un 8% de los niños menores de cuatro años y en torno al 2% de la población adulta, aunque la cifra está aumentando en los últimos años. Una peor nutrición y calidad de los alimentos en los países occidentales unido al menor número de agentes bacterianos con los que debe luchar el sistema inmunológico puede justificar este incremento.
Los alimentos que más frecuentemente provocan tal reacción son la leche de vaca, los huevos, los frutos secos, pescados, mariscos, trigo y las frutas. “Aquí en Canarias los alergicos a los ácaros del polvo doméstico presentan una mayor frecuencia de alergia a mariscos por reactividad cruzada con una proteína denominada tropomiosina”, asegura el doctor García Marrero.
Pero no siempre es fácil determinar en un primer momento cuál es el alimento que ha provocado la reacción alérgica ya que puede formar parte de la composición de un producto alimenticio o estar camuflado entre los ingredientes de una comida con lo que es recomendable recordar todo lo ingerido antes de una reacción alérgica y estudiar su composición.
La reacción alérgica suele producirse de forma inmediata o en un intervalo de dos horas tras la ingesta del alimento nocivo para el paciente aunque en ocasiones tarda días en manifestarse. Entre los síntomas se encuentran los cutáneos: urticaria, picor en la mucosa bucal, lengua y faringe, que puede hincharse y provocar dificultad para respirar además de inflamación de párpados, cara y labios. Los digestivos pueden incluir náuseas, vómitos, dolor abdominal y diarrea mientras que los respiratorios producen rinitis y dificultad para respirar. Además, pueden producirse síntomas cardiovasculares como hipotensión, sudoración profusa, mareos y malestar general, enumera el alergólogo del Hospital Perpetuo Socorro. “Los síntomas pueden ser, desde muy leves hasta llegar a la anafilaxia, esto es, una reacción alérgica grave, multisistémica (con dos o más órganos afectados), que se inicia y puede progresar rápidamente, pudiendo provocar el fallecimiento del afectado”, continúa el doctor.
Es importante asimismo, expone el doctor García Marrero, distinguir entre la intolerancia alimentaria y la alergia. Mientras que la alergia es provocada por un mecanismo inmunológico, la intolerancia, puede ser farmacológica, al consumir alimentos que contienen sustancias que al ser ingeridas en cantidades elevadas pueden producir síntomas, por ejemplo tiramina (cefaleas); enzimática, por ejemplo, personas con déficit de lactasa que presentan síntomas digestivos, al ingerir alimentos con lactosa. Para el diagnóstico de cualquier alergia se llevan a cabo pruebas cutáneas con extractos comerciales o con alimentos en fresco.
En la alergia, una vez confirmado el diagnóstico por un especialista, hay que tener siempre a mano, como precaución, en caso de ingestión accidental, adrenalina para inyectarse rápidamente en caso de reacciones severas y acudir al servicio de urgencias más cercano. Y tanto en alergias alimentarias como en intolerancias resulta fundamental la retirada del alimento causante de la patología para que el peor efecto adverso sea la privación de un alimento.
Fuente: http://www.canarias7.es/
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