Antecedentes
El cambio climático ya está en marcha y se espera que continúe en las próximas décadas: las temperaturas están en aumento, los patrones de precipitación global están cambiando, el hielo y la nieve se derriten y el nivel medio global del mar está en aumento. Más aún, el impacto del calentamiento global en la salud humana se documentó por varios informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ilustran una preocupación importante acerca de este fenómeno en el aumento de los niveles de contaminación del aire.
A este respecto, el último informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEE) indica que hasta 96% de la población urbana en la Unión Europea está expuesta a niveles de partículas finas y polvo que exceden el umbral de los valores permitidos. Además de la contaminación del aire producida por las emisiones de combustión de hidrocarburos, existe otro problema: la formación de partículas relacionadas con el calentamiento global y la presencia de gases, como el ozono, con la generación de una mezcla de partículas en la atmósfera, llamada materia particulada (MP) o contaminación por partículas. La MP ambiental es una mezcla heterogénea de partículas producidas por diversos procesos, cuyo tamaño varía de 2.5 a 10 μm. La fracción de partículas finas (MP 2.5) (también conocida como “partículas finas”) consiste en partículas con un tamaño de 2.5 micrones (o más pequeñas), mientras que la fracción de partículas ultrafinas (también conocida como “partículas ultrafinas”) consiste en partículas con un tamaño más pequeño que 0.1 μm. Esta última tiene una composición química variable, con mayor volatilidad, que obviamente se debe a su tamaño más pequeño. También se debe tener en cuenta que, aunque la fracción ultrafina representa menos de 1% de la masa particulada, se sospecha que causa el mayor daño a la población expuesta. Es importante destacar que esta fracción particulada puede alcanzar las partes más profundas del árbol bronquial, lo que conduce a importantes efectos inflamatorios y procancerígenos en la mucosa bronquial.Es de destacar que la MP también está involucrada en otras enfermedades, que incluyen trastornos cardiovasculares como la enfermedad coronaria y la insuficiencia cardíaca. Estas condiciones se deben principalmente al estrés oxidativo generado por la respuesta inflamatoria, con efectos adversos a corto y largo plazo en la salud humana por medio de una variedad de mecanismos. Además, se demostró que la exposición al ozono y la MP induce efectos adversos para la salud, incluidas varias enfermedades pulmonares y cáncer de pulmón. En general, la mortalidad global relacionada con la contaminación del aire se asocia con varias fuentes de emisión; por lo tanto, el control de la contaminación del aire puede ser una estrategia efectiva para reducir la mortalidad. Tanto las concentraciones como la composición química de la MP muestran una gran variabilidad no sólo geográfica, sino también estacional. Las concentraciones de MP son por lo general más altas en las áreas urbanas que en las áreas rurales. Con respecto a la variabilidad estacional, los niveles de MP aumentan de forma significativa durante el invierno debido al incremento de las emisiones del tránsito y la calefacción residencial, y disminuyen durante la primavera y el verano cuando las concentraciones de polen son de manera típica más altas.
Algunas partículas ocurren de forma natural y se originan en volcanes, tormentas de polvo, incendios de bosques y pastizales, vegetación viva y agua de mar. Aunque la mayoría de los aerosoles permanecen suspendidos en la atmósfera por períodos cortos (por lo general entre 4 días y una semana), pueden viajar distancias grandes. Las plumas de polvo del Sahara a menudo cruzan el Atlántico y llegan al Caribe. Los vientos barren una mezcla de aerosoles asiáticos, incluido el polvo del desierto de Gobi y la contaminación de China, hacia el este sobre Japón y hacia el Océano Pacífico central. El humo de los incendios forestales en Siberia y Canadá puede llegar hasta la capa de hielo del Ártico. La pulverización marina del mar Mediterráneo y el polvo mineral del Sahara en el norte de África pueden contribuir a la composición química de la MP en el sur de Europa.
Las actividades humanas, incluida la quema de combustibles fósiles en vehículos, centrales eléctricas y muchos procesos industriales, también pueden generar cantidades significativas de partículas. La combustión del carbón en los países en desarrollo es el principal medio para generar energía y calentar hogares. Aunque el aerosol de sal es la forma más común de partículas en la atmósfera sobre los océanos, los aerosoles antropogénicos, es decir, los generados por actividades humanas, representan actualmente alrededor de 10% de la masa total de aerosoles en la atmósfera.
En los últimos años, la calidad del aire mejoró en los países occidentales industrializados, mientras que empeoró en los países en desarrollo. En Asia, por ejemplo, las emisiones antropogénicas aumentaron en las últimas décadas con el desarrollo rápido de la urbanización y la industrialización. Por el contrario, las emisiones de aerosoles disminuyeron en América del Norte y Europa con el traslado de las fábricas a los países en desarrollo y con la adopción de normas de aire limpio más estrictas en los países occidentales. Sin embargo, puede ser difícil definir la cantidad de contaminación del aire en diferentes áreas del mundo, ya que la mayoría de los aerosoles permanecen suspendidos en la atmósfera por períodos cortos, por lo general entre 4 días y una semana. Las partículas de MP en la atmósfera pueden moverse a 5 m (16.4 pies) por segundo, y pueden viajar miles de kilómetros en una semana, lo que dificulta la medición precisa de los niveles de contaminación; en consecuencia, cualquier predicción sobre el deterioro de la calidad del aire puede distorsionarse por este sesgo inicial, en especial con respecto al tiempo.
Impacto en la salud relacionado con la contaminación del aire y el cambio climático
El calentamiento global es una gran emergencia de la salud pública. La temperatura global aumentó de manera notable en los últimos 50 años y sigue en aumento, como lo demuestra el calentamiento de los océanos, el aumento del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares, la retirada del hielo marino del Ártico y la disminución de la capa de nieve en el hemisferio norte. El cambio climático también se asocia con eventos climáticos extremos, como olas de calor, sequías, inundaciones y huracanes. Es probable que estos cambios se deban al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (es decir, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso), en gran parte de fuentes antropogénicas. Las proyecciones de las futuras emisiones de gases de efecto invernadero indican un empeoramiento de la situación con un mayor aumento de las temperaturas medias y de las temperaturas extremas a finales del siglo XXI.
Una gran cantidad de evidencia sugiere que el cambio climático tiene impactos significativos en la salud, tanto directos como indirectos. Los impactos directos para la salud incluyen la morbilidad y la mortalidad asociadas con la exposición directa a condiciones climáticas peligrosas, como olas de calor, inundaciones, ciclones, etc. Los impactos indirectos para la salud, que incluyen la mayoría de las enfermedades relacionadas con el cambio climático, están mediados por las condiciones ambientales que afectan el espacio y la distribución temporal de los aeroalérgenos, la generación y la dispersión de contaminantes del aire y la población de vectores transmisores de enfermedades como mosquitos y garrapatas. Varios estudios epidemiológicos demostraron una asociación estrecha entre el calentamiento global, la contaminación del aire y las enfermedades alérgicas respiratorias, como el asma bronquial y la rinitis. Los cambios climáticos afectan la cantidad, la calidad, el tiempo y la distribución de aeroalérgenos. El aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera debido a la quema de combustibles fósiles estimula el crecimiento de las plantas, incluidas las especies alergénicas. Además de eso, las temperaturas más altas pueden llevar a temporadas de polinización más tempranas y más largas, lo que conduce a un aumento en la tasa de sensibilización al polen y la duración de los síntomas. Las personas con asma tienen un mayor riesgo de desarrollar ataques obstructivos de las vías respiratorias cuando se exponen a componentes gaseosos y particulados de la contaminación del aire. Además, la contaminación del aire puede modificar el potencial alergénico de los pólenes, en especial en presencia de condiciones climáticas favorables. Se demostró que la contaminación del aire en particular MP, partículas de escape de diésel (DEP), ozono, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre tienen un efecto inflamatorio en las vías respiratorias de los sujetos susceptibles, y causan un aumento de la permeabilidad de la mucosa, lo que facilita la penetración y el acceso de los alérgenos inhalados a las células del sistema inmunológico. También hay datos que sugieren que la contaminación del aire puede conducir al desarrollo de asma. Por lo tanto, el cambio climático combinado con la contaminación del aire puede tener impactos graves en la salud respiratoria, en especial en los niños.
Se demostró que las tormentas eléctricas que ocurren durante la temporada de polen inducen ataques graves de asma en pacientes con polinosis. Las epidemias relacionadas con tormentas eléctricas se limitan a finales de primavera y verano cuando hay niveles altos de granos de polen en la atmósfera. Las principales hipótesis para el asma relacionada con tormentas eléctricas afirman que las tormentas pueden concentrar los granos de polen a nivel del suelo que se rompen debido al choque osmótico y liberan partículas alergénicas de tamaño respirable a la atmósfera.
El aumento de la temperatura, una mayor concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, las lluvias más intensas y una mayor humedad inducen proliferación más rápida de pólenes, mohos y hongos. Además, el aumento de humedad asociado con temperaturas más altas puede fomentar el crecimiento de cucarachas, ácaros del polvo y mohos y, por lo tanto, la carga de alérgenos. Las temperaturas más altas también pueden inducir la migración de insectos que pican a nuevos ambientes, así como el aumento de la población de especies de insectos existentes. De hecho, los cambios climáticos y la globalización alteran la distribución y la consistencia de las especies alergénicas, como los insectos venenosos. En particular, dada la expansión de las especies nativas y la colonización de las invasoras, se puede predecir, a pesar de la incertidumbre de los modelos actuales, que los himenópteros plantearán nuevos desafíos en el futuro.
Muchos estudios reportaron el impacto de los cambios climáticos en la distribución espacial y temporal de enfermedades infecciosas como las enfermedades transmitidas por vectores, transmitidas por roedores, transmitidas por alimentos y por agua, e incluyen en particular la malaria, las enfermedades transmitidas por garrapatas, el cólera y otras enfermedades diarreicas. Es importante destacar que varias enfermedades transmitidas por vectores surgieron en Europa en los últimos años; estas incluyen malaria vivax, fiebre del Nilo occidental, dengue, fiebre chikungunya, leishmaniasis, enfermedad de Lyme y encefalitis transmitida por garrapatas.
La exposición crónica a la contaminación del aire también se asocia con inflamación pulmonar, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y cáncer de pulmón. Varios estudios sugieren que la exposición crónica a la contaminación del aire exterior aumenta la prevalencia y la incidencia de EPOC. Además, entre los individuos con EPOC, la contaminación del aire se asocia con un aumento de los síntomas respiratorios, pérdida de la función pulmonar, exacerbaciones y una mayor mortalidad. La contaminación del aire también se relaciona con el cáncer de pulmón, y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificó el material particulado en la contaminación del aire exterior como carcinógeno para los humanos.
Estudios de todo el mundo demostraron de forma sistemática que la exposición a la contaminación del aire por partículas se asocia con una gran cantidad de enfermedades cardiovasculares, que incluyen isquemia e infartos de miocardio, insuficiencia cardíaca, arritmias, accidentes cerebrovasculares y aumento de la mortalidad cardiovascular. La exposición aguda puede contribuir a la inestabilidad de la placa y desencadenar eventos cardiovasculares agudos, como isquemia e infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca, arritmias y muerte súbita, en especial en sujetos de riesgo alto, mientras que la exposición crónica puede favorecer el desarrollo y la progresión de la aterosclerosis y posiblemente de la hipertensión a largo plazo.
Por último, varios estudios reportaron una asociación entre la contaminación del aire y un riesgo mayor de neuroinflamación y neurodegeneración. En particular, existe cierta evidencia de que la exposición crónica a contaminantes en el aire en los primeros años de vida puede contribuir a procesos de enfermedades neurodegenerativas que incluyen la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson.
En resumen, la contaminación del aire y los impactos en la salud relacionados con el cambio climático son enormes y se espera que aumenten durante las próximas décadas. Como resultado, también los costos sociales y económicos del cambio climático son enormes y aumentarán en el futuro. Sin embargo, existe una escasez relativa de estudios económicos sobre los impactos del cambio climático en la salud. La mayoría de los estudios estima los costos económicos de los fenómenos meteorológicos extremos o los impactos del cambio climático en las enfermedades respiratorias y las enfermedades infecciosas (transmitidas por vectores, relacionadas con el agua y transmitidas por los alimentos). Sin embargo, estos estudios económicos son heterogéneos en términos de objetivos y metodología. Con este fin, una revisión señaló la necesidad de guías económicas para la salud específicas del cambio climático para proporcionar un enfoque estandarizado y estimular la investigación económica.
Una revisión más reciente, realizada para evaluar los costos de salud resultantes de la exposición humana a eventos extremos relacionados con el clima, como olas de calor, sequías, tormentas y huracanes, puso de relieve la falta de evidencia sobre el potencial costo-eficacia de las intervenciones que explotan la capacidad de los ecosistemas naturales para reducir la exposición a eventos extremos, a pesar de las observaciones que demuestran que la mala gestión de la tierra aumenta la vulnerabilidad a estos eventos. Sin embargo, todos los estudios identificados en esta revisión indican que los costos de salud asociados con los impactos de eventos extremos son sustanciales. Por ejemplo, seis eventos relacionados con el cambio climático que afectaron a los Estados Unidos entre 2000 y 2009, representaron aproximadamente $14 mil millones en vidas perdidas y costos de salud.
Mecanismos responsables de enfermedades alérgicas y respiratorias
Los mecanismos por los cuales la MP afecta a la salud humana todavía se debaten. La atmósfera es el medio de tránsito no sólo para los gases y las partículas contaminantes, sino también para una amplia variedad de materiales biogénicos de origen vegetal y animal. Entre los materiales biogénicos, se encuentra el bioaerosol, que consiste en diferentes tipos de partículas en el aire, como virus, bacterias, mohos, fibras vegetales y también polen con tamaños variables, desde decenas de nanómetros hasta unos pocos cientos de micrómetros. Estas sustancias biológicas están involucradas en las enfermedades alérgicas y respiratorias, y actúan de forma directa e indirecta sobre las células epiteliales de las vías respiratorias.. El aumento de la concentración del polen y los contaminantes del aire puede activar diferentes células epiteliales e inmunes en las vías respiratorias, lo que lleva a la liberación de mediadores inflamatorios. Sin embargo, los componentes específicos y los mecanismos responsables del estrés oxidativo después de la exposición a MP no se entienden por completo. Se reportó la producción directa de oxidante por partículas de contaminación del aire en las células epiteliales de la mucosa respiratoria. Este efecto se atribuye tanto a los componentes orgánicos como a varios metales pesados (por ejemplo, arsénico, cadmio, cromo, mercurio, níquel, plomo y talio). Estos metales tienen una amplia distribución en el medio ambiente como resultado de sus múltiples aplicaciones industriales, domésticas, agrícolas, médicas y tecnológicas, lo que genera muchas preocupaciones sobre sus posibles efectos en la salud humana y el medio ambiente. Las principales consecuencias del estrés oxidativo incluyen la activación de reacciones celulares específicas (incluida la activación de las cinasas y los factores de transcripción), la liberación de mediadores inflamatorios y, de manera eventual, el daño celular o la apoptosis. Todo esto promueve la hiperreactividad bronquial, así como una disminución de la función pulmonar, lo que aumenta el riesgo de sensibilización alérgica, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer. Estudios epigenéticos recientes demostraron que varios genes que controlan las respuestas inmunes e inflamatorias son sensibles al ozono troposférico. De hecho, los contaminantes atmosféricos como las partículas de escape de diésel (DEP) y el ozono se involucran de forma directa en la patogénesis del asma.
Es importante destacar que las DEP son un componente importante de la contaminación del aire por partículas relacionadas con el tráfico en la mayoría de las áreas urbanas. Además, una serie de pruebas indican que las DEP pueden facilitar la entrada de alérgenos en las vías respiratorias para provocar una respuesta inmunopatológica, y también pueden unir alérgenos de polen, perros, gatos y ácaros del polvo doméstico. Debido a su tamaño muy fino, las DEP pueden facilitar la penetración de estos alérgenos en los pulmones, y aumentar así la cantidad de alérgenos que interactúan con el epitelio de las vías respiratorias. También se demostró que las DEP pueden romper las partículas de polen y causar la liberación de partículas alergénicas de subpolen. De manera interesante, un análisis detallado del polen tomado de áreas contaminadas por el aire mostró una mayor cantidad de proteínas alergénicas con mayor potencial alergénico. En otro estudio, que comparó extractos de polen reciente y de una década, el extracto de polen reciente mostró una mayor potencia alergénica. Además, el extracto de polen reciente obtenido del área urbana tenía una potencia alergénica más alta que el extracto de polen reciente del área suburbana. De manera más reciente, los mismos autores del estudio anterior demostraron que un extracto de polen reciente de una área urbana expuesta de forma significativa a la contaminación y al cambio climático fue más eficaz para inducir la permeabilidad transepitelial y la producción de ROS en células epiteliales cultivadas de las vías respiratorias. Esta capacidad de DEP parece ser dependiente de manera fuerte de un rango de variables. Sin embargo, los últimos descubrimientos científicos indican que es probable que las DEP estén involucradas en exacerbaciones de procesos de enfermedades ya existentes y no en el desarrollo de nuevas enfermedades. La última hipótesis se basa en la mejora de las respuestas dependientes de Th2 inducidas por las DEP. No obstante, hay una variedad de mecanismos involucrados en la exposición a los desencadenantes del asma que no dependen de las respuestas mediadas por IgE. Estas observaciones se confirmaron de manera parcial por estudios epigenéticos. La epigenética se refiere a cambios en la expresión génica que no son causados por alteraciones en las secuencias de ADN; estos cambios pueden asociarse con factores ambientales como el tráfico y la contaminación por humo. Con respecto a este tema, los estudios recientes se centraron en puntos clave de mutación y metilación del ADN, que involucran las llamadas islas CpG, que se localizan cerca de la región promotora de muchos genes. En particular, uno de estos estudios mostró diferencias significativas en los niveles de metilación de las islas CpG en eosinófilos de pacientes asmáticos en comparación con individuos no asmáticos, con los niveles más bajos de metilación en los sujetos con asma. Este estudio también mostró asociaciones significativas entre IgE y metilación baja en 36 loci concentrados en las islas CpG. Además de lo anterior, se observaron cambios en la actividad de la histona acetiltransferasa y la desacetilasa en células de pacientes con trastornos pulmonares como asma grave y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Al tener en cuenta que los efectos antiinflamatorios de los glucocorticoides dependen de la actividad de la histona desacetilasa, este hallazgo puede ser relevante para pacientes con asma grave y EPOC que son insensibles a la terapia con glucocorticoides. De hecho, se demostró que los pacientes asmáticos insensibles a glucocorticoides tienen una activación incrementada de la proteína cinasa activada por mitógeno p38 (MAPK), que puede reducir la afinidad de unión al ligando del receptor de glucocorticoides (RG), lo que lleva a una sensibilidad disminuida de los corticoesteroides. Esto puede contribuir a un mal control de la enfermedad en pacientes con asma crónica y EPOC. A este respecto, vale la pena mencionar que también la interrupción de los ritmos circadianos puede afectar el control del asma. Por ejemplo, se demostró que el grado de control del asma se correlaciona de manera fuerte con la calidad del sueño. De hecho, las personas cuya asma no está bien controlada tardan más en conciliar el sueño, se despiertan más a menudo y pasan más tiempo despiertas durante la noche en comparación con las personas con asma bien controlada. De manera interesante, muchas otras enfermedades inmunológicas y alérgicas, como la rinitis alérgica, el eccema atópico, la urticaria crónica y la artritis reumatoide, muestran un ritmo circadiano en la intensidad de los síntomas y la gravedad de la enfermedad, lo que sugiere la importancia de la cronoterapia como estrategia para lograr el control de los síntomas.
Es de destacar que no todos los estudios apoyan la hipótesis de que la contaminación del aire tiene un efecto perjudicial mayor en los pacientes asmáticos en comparación con los individuos no asmáticos. Sin embargo, los estudios experimentales y clínicos demostraron que los pacientes asmáticos tienen una mayor respuesta inflamatoria a contaminantes del aire como la MP 2.5-10 y en especial el ozono. Varios factores pueden contribuir a los efectos adversos del ozono en pacientes asmáticos al perjudicar las respuestas inmunes innatas.
Los estudios epidemiológicos indican que las personas mayores tienen un riesgo mayor de hospitalización. En particular, el incremento de la exposición a la contaminación del aire se relaciona con el aumento de la mortalidad, los ingresos hospitalarios y las visitas a las salas de emergencia en los ancianos. Estos efectos se deben principalmente a exacerbaciones de enfermedades crónicas o infecciones del tracto respiratorio (por ejemplo, neumonía), y pueden modularse por la temperatura ambiente, como lo demuestran varios estudios que prueban que los ancianos son vulnerables en particular a las olas de calor. En general, parece que los sujetos ancianos son más vulnerables a la MP que a otros contaminantes, con efectos mayores sobre la mortalidad cardiorrespiratoria y los ingresos hospitalarios agudos. Las personas mayores tienen un mayor riesgo que otros grupos de edad debido a su mayor susceptibilidad a los contaminantes del aire como resultado del envejecimiento normal y patológico y los procesos relacionados. De hecho, el envejecimiento se asocia con una disminución de las defensas inmunitarias y la función respiratoria, lo que resulta en una mayor predisposición a las infecciones respiratorias. Además, entre las enfermedades crónicas que afectan a la población anciana, la EPOC y el asma pueden acelerar el deterioro de la función pulmonar y aumentar el riesgo de mortalidad.
La relación entre la exposición a corto plazo a la contaminación del aire y la morbilidad y la mortalidad cardiorrespiratorias en los ancianos está bien documentada. Una revisión sistemática y un metaanálisis realizado por Bell y colaboradores encontraron pruebas sólidas y consistentes de un riesgo mayor de hospitalización asociada a MP y muerte en ancianos. Los resultados de este metaanálisis mostraron que un aumento de 10 μg/m3 en la exposición a MP 10 se asoció con un riesgo mayor de muerte de 0.64% (intervalo de confianza [IC] de 95% 0.50, 0.78) para las poblaciones de más edad en comparación con 0.34% (IC de 95% 0..25, 0.42) para poblaciones más jóvenes. En otra revisión sistemática por Bell y colaboradores, con respecto a la sensibilidad a la mortalidad o el ingreso hospitalario por exposición al ozono a corto plazo, el riesgo de mortalidad también fue mayor para las personas mayores (1.27%; IC de 95% 0.76-1.78) que para las personas más jóvenes (0.60%; IC de 95% 0.40-0.80).
Otro estudio proporcionó pruebas adicionales de una asociación entre la contaminación del aire y la mortalidad en los ancianos, que mostró que un aumento de 3 a 4% en las muertes diarias por todas las causas y por las enfermedades cardiovasculares en los ancianos se asoció con un aumento de partículas finas y dióxido de azufre desde el percentil 10 a 90. El aumento de la mortalidad fue aún mayor (6%) para las muertes respiratorias. Las muertes cardiovasculares también se asociaron con los niveles de monóxido de carbono (aumento de 4% en muertes diarias). Por el contrario, las asociaciones entre la contaminación del aire y la mortalidad no fueron significativas de forma estadística en niños menores de 5 años. En resumen, hay una tendencia significativa de riesgo mayor de muerte de acuerdo con la edad, con efectos más evidentes para individuos mayores de 65 años. El efecto de la contaminación del aire fue aún mayor en áreas con mayor nivel socioeconómico.
Respecto a los efectos de la vulnerabilidad socioeconómica sobre el riesgo de mortalidad en poblaciones expuestas a concentraciones altas de MP, un estudio asiático mostró que la inactividad económica tuvo la mayor influencia en el riesgo de mortalidad (Tabla 1). Personas que estaban económicamente inactivas tenía un riesgo 5.5% mayor de mortalidad por todas las causas y un 5.6% más de riesgo de mortalidad cardiorrespiratoria con un aumento de 10 μg/m3 en MP 10-2.5 en comparación con los que trabajaron durante un día con una exposición extrema al polvo. Además, las personas mayores y no casadas tenían mayor riesgo de mortalidad durante días con polvo extremo. Las personas de 65 años y más tuvieron un 4.4% más riesgo de mortalidad por todas las causas y un riesgo 5.3% más alto de mortalidad cardiorrespiratoria en comparación con los menores de 65 años. Las personas que no estaban casadas tenían un 4.1% mayor riesgo de mortalidad por todas las causas y 4.7% mayor riesgo de mortalidad por enfermedad cardiorrespiratoria que los casados.
Es importante destacar que se observó que las vías metabólicas antioxidantes se ven cada vez más comprometidas con el envejecimiento. Las personas mayores también son en particular sensibles a los efectos a corto plazo de la exposición al ozono. Cada vez es más claro que el envejecimiento se asocia de manera fuerte con la senescencia del sistema inmunológico. En este sentido, la exposición a la contaminación del aire libre por el tráfico es el factor predictivo más importante para el asma en los ancianos. De hecho, los niveles más altos de exposición exterior e interior a DEP, combinados con la obesidad y el estado atópico, se asocian con un control inadecuado del asma en los ancianos. También hay evidencia de que las olas de calor se asocian con un riesgo mayor de hospitalización y una mayor mortalidad en los ancianos. En particular, dos estudios demostraron que las enfermedades cardiovasculares y respiratorias graves pueden inducirse por la contaminación elevada del aire asociada con las olas de calor, en especial en los ancianos.
La exposición a la contaminación ambiental aumenta de forma significativa el riesgo de enfermedades respiratorias, en especial el asma. Tanto los pacientes adultos como los jóvenes, fumadores o no fumadores, son propensos a los ataques agudos de asma como resultado de una mayor exposición a la contaminación del aire. En particular, se encontró que los niños de familias de ingresos bajos son más susceptibles a los ataques agudos de asma debido a la contaminación del aire. Sin embargo, se requieren estudios más grandes para confirmar la relevancia de estas interacciones, y para explorar más a fondo los factores de riesgo para el asma asociados con la exposición a la contaminación del aire a largo plazo en pacientes de diferentes edades. Además, al diferenciar los efectos de varios factores de riesgo, es importante recordar que el asma no es una enfermedad única. Además, el riesgo de asma alérgica y no alérgica parece aumentar con el aumento del IMC como se reportó de forma previa en niños. Por último, se encontraron asociaciones entre exposiciones ambientales tempranas y asma en sujetos no atópicos.
De manera reciente, la contaminación del aire también se asoció con un aumento de la viscosidad del plasma y anomalías en las funciones cardíacas, principalmente debido a arritmias cardíacas. Por lo tanto, los pacientes ancianos son más susceptibles que los pacientes más jóvenes a los efectos adversos del cambio climático debido a su mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares. Otro tema importante es la relación entre el cambio climático y las infecciones microbianas. Se sugiere que los cambios climáticos rápidos e intensos relacionados con el calentamiento global pueden crear condiciones que promuevan la propagación de enfermedades epidémicas. Por ejemplo, las lluvias fuertes aumentan la disponibilidad de criaderos para plagas como insectos y ratas, que contaminan los suministros de agua potable. Además, las enfermedades parasitarias y virales transmitidas por los mosquitos son muy sensibles a los cambios climáticos.
Otros mecanismos involucrados en el cambio climático incluyen el aumento de la temperatura del aire en las áreas urbanas, un fenómeno llamado “isla de calor”. Este efecto es en particular relevante para las personas que viven en estas áreas, en especial aquellas que están afectados por enfermedades cardiovasculares y/o respiratorias. También tiene un impacto significativo en los grupos más frágiles de población (por ejemplo, personas mayores y pobres). De hecho, estas personas tienen menos acceso al aire acondicionado y tienden a permanecer más al aire libre (por ejemplo, calles, plazas) donde están más expuestas al sobrecalentamiento urbano. Además, la exposición a la contaminación del aire exterior combinada con la exposición al polen alergénico puede desencadenar ataques graves de asma. Una reducción en los ingresos hospitalarios de emergencia después de la implementación de los programas de prevención respalda la visión de un vínculo causal entre la contaminación del aire y las exacerbaciones de las enfermedades respiratorias crónicas.
El grupo de trabajo SIAAIC sobre contaminación del aire y cambio climático: El decálogo “Arboles seguros en alergia”
En abril de 2014, la Sociedad Italiana de Alergología, Asma e Inmunología Clínica (SIAAIC) estableció el Grupo de Trabajo (GT) sobre “Contaminación del aire y cambio climático.”
El SIAAIC GT lanzó un proyecto dividido en 3 pasos sucesivos. El primer paso consistió en el establecimiento de un grupo multidisciplinario de expertos, que incluyó figuras académicas con alto perfil, institucionales y asociativas que trabajan en el campo de “Contaminación del aire y cambio climático” en el nivel legal, ambiental e institucional. Alergólogos e inmunólogos clínicos del SIAAIC participaron en este grupo. El segundo paso del proyecto (“Paso exploratorio”) incluyó la colección de datos europeos sobre cambio climático y medio ambiente. El tercer paso, todavía en curso, se centró en la preparación de un documento final (Informe o guías) para crear conciencia sobre la “contaminación del aire y el cambio climático” y su impacto en la inmunología y las enfermedades alérgicas. El GT también planeó la producción de una versión “sintética” del documento destinada al público, así como la preparación de un decálogo para ser enviado a los administradores locales con un conjunto de reglas dirigidas en la protección de la salud pública. A partir de esta propuesta inicial, y como resultado de sus actividades regulares durante estos años, el Grupo de Trabajo sobre Contaminación del Aire y el cambio climático de la Sociedad Italiana de Alergología, Asma e Inmunología Clínica (SIAAIC) propuso un programa de asistencia sanitaria para ayudar a las administraciones públicas de las ciudades en la elección de árboles no alergénicos en parques públicos. El documento “DECÁLOGO: ÁRBOLES SEGUROS PARA ALERGIA” sugiere cómo usar árboles no alergénicos en jardines y parques públicos (Fig. 1).
Como indica el subtítulo, el Decálogo planea llevar una campaña de prevención para reducir la cantidad de polen en el aire sin sacrificar zonas verdes públicas. Para este fin, el documento adoptado por el GT SIAAIC propone “Acciones simples” relativas a la gestión y cuidado de las plantas, que apuntan a varios factores que afectan las concentraciones de los alérgenos, incluido el “calendario de polen”, es decir, el registro de picos estacionales de concentraciones de polen en el aire. El GT SIAAIC cree que el cumplimiento con las disposiciones del Decálogo puede ayudar a cumplir los objetivo de la campaña, es decir, reducir las concentraciones de polen alergénico aerotransportado en las ciudades. Entre las próximas actividades, el GT prepara cursos de aerobiología, así como la creación de una red de aerobiología nacional SIAAIC para el seguimiento de las alergias a través del país.
Detrás de las iniciativas del SIAAIC sobre “Contaminación del aire y Cambio Climático”, existe la opinión de los autores, que se apoya por estudios recientes, que la prevención de las alergias puede implementarse por las administraciones públicas por medio de una elección cuidadosa de árboles y plantas no alergénicos. Asimismo, una cuidadosa selección de plantas ornamentales puede contribuir a reducir los niveles de polen en el sector privado (condominios, deportes, centros comerciales y áreas verdes industriales). Estos aspectos son de gran relevancia ya que parques y jardines son visitados principalmente por niños y ancianos, personas susceptibles de sensibilización alérgica y enfermedades respiratorias. Por último, la exposición al alérgeno dentro de los parques es en particular peligrosa cuando se combina con condiciones climáticas caracterizadas por el aumento de las temperaturas que puede promover la producción de polen, al tener en cuenta el hecho de que la urbanización y los niveles altos de emisiones de los vehículos se correlacionan con una mayor frecuencia de polen e inducir alergia respiratoria.
Conclusiones
Se apoyan los efectos del calentamiento global sobre la salud humana por muchos documentos oficiales que destacan la importancia de la contaminación del aire en la incidencia creciente de muchas enfermedades respiratorias. El cambio climático modifica las principales variables climáticas mediante la influencia directa e indirecta de la formación de contaminantes del aire. Ambos, el calentamiento global y la radiación solar contribuyen a la formación de contaminantes secundarios en la atmósfera, en especial ozono troposférico. Todos estos factores pueden explicar, al menos en parte, la incidencia creciente de enfermedades respiratorias y alérgicas en diferentes partes del mundo. Previsiones recientes sugieren que el cambio climático persistirá por varias décadas (IPCC 2013). Es probable que nos enfrentemos al impacto del cambio climático durante al menos los próximos 50 años. Los efectos del cambio climático ya están aquí y sus consecuencias negativas no pueden evitarse o prevenirse de manera fácil. En muchos pacientes con enfermedades respiratorias como el asma, el tratamiento sintomático con broncodilatadores o los corticoesteroides inhalados es suficiente para controlar la enfermedad. Sin embargo, hay pacientes que no logran el control a pesar del tratamiento con la mejor terapia actual. Esta heterogeneidad del asma y las enfermedades alérgicas se aprecia cada vez más basado principalmente en los análisis recientes de conglomerados, fenotipado molecular, biomarcadores y respuestas diferenciales a terapias dirigidas y no dirigidas. Esto puede explicarse, al menos en parte, por diferentes exposiciones al cambio climático y la contaminación del aire en los pacientes. El esfuerzo en conjunto entre científicos de diferentes disciplinas con las administraciones públicas es altamente deseable para limitar los daños presentes y futuros a la salud humana como consecuencia de la interacción entre el cambio climático y la contaminación del aire.
Centro Regional de Alergia e Inmunología Clínica CRAIC, Hospital Universitario “Dr. José Eleuterio González” UANL, Monterrey, México
Dra. Sandra Nora González Díaz Jefe y Profesor
Dr. Alfredo Arias Cruz Profesor
Dra. Gisela Herrera Escalante Residente 1er Año
Dra. Alejandra Macías Weinmann Profesor
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