Unos científicos han examinado los datos y las muestras de sangre recogidas a lo largo de unos 20 años de un conjunto de 722 niños alemanes nacidos en 1990 y monitorizados desde su nacimiento en el marco del Estudio Multicentro de Alergias.
Se emplearon moléculas modificadas o purificadas del ácaro Dermatophagoides pteronyssinus con procedimientos nanotecnológicos para caracterizar los orígenes y evolución de la respuesta a los anticuerpos durante las primeras décadas de vida de los sujetos de estudio.
El equipo internacional de Paolo Maria Matricardi, de la Universidad Médica de Berlín (Charité) en Alemania, y Rudolf Valenta, de la Universidad Médica de Viena en Austria, encontró que los anticuerpos IgE contra tres sustancias del ácaro del polvo (Der p 1, Der p 2 y Der p 23) aparecían muy temprano en la sangre de los niños, a menudo antes de la aparición de su enfermedad. En algunos de los niños (pero no en todos), este primer paso fue seguido por una “cascada” de eventos bioquímicos que implicó a otras sustancias del ácaro. Los niños que producían IgE para muchas sustancias tenían un mayor riesgo de desarrollar rinitis alérgica y asma.
Una aparición más temprana de la sensibilidad alérgica, una alta exposición a alérgenos de ácaros del polvo doméstico, y tener al padre o a la madre, o a ambos, afectados por rinitis alérgica (fiebre del heno) incrementó el riesgo del proceso.
Un dato interesante es que los niños sanos en edad preescolar que mostraron anticuerpos IgE para las moléculas Der p 1 o Der p 23 desarrollaron más frecuentemente asma en edad escolar. Estas y otras moléculas podrían ser la clave para nuevos tratamientos capaces de prevenir la enfermedad en la fase inicial de la vida de la persona y para adaptar de forma precisa la inmunoterapia de alérgenos en pacientes adultos e infantiles.
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