El desarrollo de asma infantil persistente no se conoce adecuadamente. En la mayoría de los casos, el asma infantil desaparece con el tiempo, pero hasta el 20 por ciento de los niños afectados pasará a tener síntomas potencialmente graves en la edad adulta.
"Este trabajo nos dice que el asma infantil persistente puede convertirse en EPOC, algo que hasta ahora no se ha describo bien -destaca Scott T. Weiss, uno de los autores principales del estudio y codirector de la Sección de Genética y Sistemas Genómicos de la División de la Red de Medicina de BWH-. Los niños que tenían la función pulmonar baja al inicio del ensayo siguieron una serie de patrones de crecimiento pronosticados: la mayoría tenía crecimento reducido de los pulmones con el tiempo y un número significativo pasaría a cumplir con los criterios para la EPOC".
684 pacientes
Con estos registros anuales, los investigadores caracterizaron los patrones de evolución de la función pulmonar de los asmáticos. Al final del estudio, el 11 por ciento cumplía los criterios para el diagnóstico de EPOC. Además de la función pulmonar baja al inicio del estudio, ser hombre también predijo peores resultados, pero esto es probablemente una consecuencia de la prevalencia del asma mayor en los niños. En la edad adulta, el 75 por ciento de los niños con asma persistente mostró una disminución precoz de la función pulmonar y/o crecimiento pulmonar reducida, patrones que no consiguió cambiar el tratamiento. "Con esta información, los médicos necesitan identificar a los niños en situación de riesgo con anterioridad y aconsejarlos sobre posibles medidas preventivas".
Dado que el asma en sí es un factor de riesgo para el desarrollo de la EPOC, estos pacientes deben ser advertidos contra las exposiciones ambientales relacionadas con el riesgo, como el tabaquismo, que podría intensificar sus síntomas y aumentar su riesgo de EPOC -dice Weiss-.Es importante que reconozcamos este vínculo entre el asma infantil persistente y la EPOC como un problema potencial y nos centremos en los esfuerzos de prevención".
Michael J. McGeachie, Ph.D., Katherine P. Yates, Sc.M., Xiaobo Zhou, Ph.D., Feng Guo, Ph.D., Alice L. Sternberg, Sc.M., Mark L. Van Natta, M.H.S., Robert A. Wise, M.D., Stanley J. Szefler, M.D., Sunita Sharma, M.D., Alvin T. Kho, Ph.D., Michael H. Cho, M.D., Damien C. Croteau-Chonka, Ph.D., Peter J. Castaldi, M.D., Gaurav Jain, M.S., Amartya Sanyal, Ph.D., Ye Zhan, Bryan R. Lajoie, Ph.D., Job Dekker, Ph.D., John Stamatoyannopoulos, M.D., Ronina A. Covar, M.D., Robert S. Zeiger, M.D., Ph.D., N. Franklin Adkinson, M.D., Paul V. Williams, M.D., H. William Kelly, Pharm.D., Hartmut Grasemann, M.D., Judith M. Vonk, Ph.D., Gerard H. Koppelman, M.D., Dirkje S. Postma, M.D., Benjamin A. Raby, M.D., Isaac Houston, Ph.D., Quan Lu, Ph.D., Anne L. Fuhlbrigge, M.D., Kelan G. Tantisira, M.D., Edwin K. Silverman, M.D., Ph.D., James Tonascia, Ph.D., Scott T. Weiss, M.D., and Robert C. Strunk, M.D., forthe CAMP Research Group
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