El doctor Fernando Martínez, de la Universidad de Arizona, trabaja en un medicamento que ayude a fortalecer el sistema inmune antes de que aparezca la enfermedad.
A inicios de agosto, un estudio publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine dejaba de manifiesto que la exposición constante a algunos gérmenes que habitan nuestro alrededor refuerza el sistema inmunológico y, además, previene la aparición de asma, un problema que se estima afecta al 10% de la población infantil, incluido Chile.
En aquel trabajo se comparó a los amish y los huteritas, dos comunidades con un perfil genético muy similar, que se asentaron en EE.UU. en los siglos XVIII y XIX procedentes de Europa, y que viven como si no hubieran pasado los últimos 300 años. Sin embargo, mientras los niños huteritas sufren de asma tanto como los del mundo exterior, la incidencia entre los pequeños amish es hasta cuatro veces menor.
"En la búsqueda por entender el asma, por mucho tiempo nos enfocamos en la acción de factores que antes no existían, como la contaminación ambiental o la presencia de fertilizantes en el campo o alérgenos en las casas. Pero nos olvidamos de aquellos que hemos limitado o restringido", precisa el doctor Fernando Martínez.
Chileno de nacimiento, hace 28 años trabaja en EE.UU. dedicado en gran medida a conocer más sobre esta enfermedad. Allí, como investigador de la Universidad de Arizona y director del Arizona Respiratory Center, en Tucson, participó en la investigación con niños amish.
"Este estudio nos ha permitido no solo entender mejor el asma en términos de qué es lo que lo causa, sino cuál es la estrategia para atacar el problema", precisa el pediatra, de visita en Chile invitado por Corfo (ver recuadro).
Junto con análisis a los niños y muestras de polvo del suelo y aire de una decena de casas de cada comunidad, Martínez y sus colegas comprobaron que los amish -que, a diferencia de los huteritas, no utilizan nada de tecnología y mantienen un contacto más estrecho con animales y la tierra- tienen más neutrófilos, células de la sangre cruciales para combatir las infecciones, y pocos eosinófilos, leucocitos que provocan inflamación alérgica.
Además, detectaron altas concentraciones de endotoxinas en las muestras del polvo en suspensión de los hogares amish. Se trata de partículas, generalmente proteínas, que se desprenden de la pared celular de bacterias y pueden provocar la respuesta del sistema inmune.
De hecho, al exponer a ratones a este polvo durante algunas semanas, estos mostraron una mayor protección ante el asma.
"A través de la historia hemos tenido una gran interacción con bacterias y gérmenes, que el organismo adopta y no ataca; eso implica que cumplen una función. Lo esencial es encontrar el punto de equilibrio. Cuando no se encuentra, el sistema inmune reacciona de manera más potente; eso es lo que llamamos inflamación crónica, que está detrás de muchas patologías, como el asma".
El problema es que se ha ido perdiendo contacto con la naturaleza y, por tanto, el sistema inmunológico no ha ido aprendiendo a relacionarse con un conjunto de elementos que están en el medio ambiente.
Con la información recogida hasta el momento, Martínez está trabajando en el desarrollo de un medicamento que prevenga el asma. "Sería como una vacuna; quisiéramos que fuera por vía nasal, como un spray . Pero no tendremos resultados hasta dentro de seis a diez años".
Una vez desarrollado el producto, la idea sería aplicarlo, inicialmente, a niños de alto riesgo (con eccemas o hijos de padres con asma), con el fin de prevenir su aparición.
"Hoy tenemos fármacos que permiten que el 95% de los asmáticos vivan una vida normal; la investigación está orientada a la prevención, pero también puede llevar a encontrar una cura o, al menos, a ver su influencia en estados tempranos de la enfermedad".
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