sábado, 10 de enero de 2015

Vasculitis de vasos pequeños

Vasculitis asociadas a anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos (ANCA)
Las vasculitis asociadas a ANCAs (VAA) incluyen la granulomatosis con poliangeítis (GPA, anteriormente conocida como la granulomatosis de Wegener), la poliangeítis microscópica (PAM) y la granulomatosis eosinofílica con poliangeítis (GEPA, antes conocida como el síndrome de Churg-Strauss).
Estas condiciones se asocian fuertemente con anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos. Aunque es poco frecuente, con una incidencia de 20/millón de habitantes, la prevalencia ahora se acerca 200/millón debido al aumento de la longevidad por las mejoras en el tratamiento. Estas enfermedades pueden ocurrir a cualquier edad, incluso en la infancia, pero son más comunes en los pacientes de edad avanzada (edad pico de 55-70 años), y se producen por igual en ambos sexos. El tratamiento de las VAA es un reto. El diagnóstico rápido es esencial para reducir la cicatrización permanente causada por vasculitis y la muerte por hemorragia pulmonar. Un considerable retraso en el diagnóstico puede ocurrir debido a las múltiples manifestaciones inespecíficas asociadas con la enfermedad. Sin tratamiento, estas condiciones son fatales, aunque el uso de inmunosupresión mejoró la supervivencia a los 5 años a 80%. Con tratamiento, estas condiciones suelen seguir un curso crónico con recaídas y remisiones.
Etiología y patogenia
La etiología de la vasculitis asociada a ANCA es desconocida. Sin embargo, se hicieron avances significativos en la comprensión de la patogénesis de la enfermedad. Existe una fuerte asociación clínica con ANCA, que son autoanticuerpos más comúnmente dirigidos contra la proteinasa 3 (PR3) o la mieloperoxidasa (MPO), enzimas que se expresa en la superficie de los neutrófilos y los monocitos activados por citocinas. Curiosamente, los ANCA-MPO en pacientes con enfermedad activa y los ANCA de pacientes en remisión se unen a diferentes epítopos MPO. Los neutrófilos responden al generar una explosión respiratoria, degranulación, y secretar citocinas proinflamatorias. Las células endoteliales son importantes en la localización de la inflamación. En respuesta a las citocinas, las células endoteliales potencian la expresión de las moléculas de adhesión que permiten la interacción con los leucocitos circulantes, y liberan factores de promoción de la trombosis. Los neutrófilos activados por ANCAs se adhieren a las células endoteliales y transmigran, liberan factores inflamatorios en el lugar equivocado, y promueven así el daño endotelial. La generación de C5a por medio de la vía alterna parece ser una parte importante del proceso patogénico en las VAA, y es una diana terapéutica potencial. El C5a es un potente atrayente de neutrófilos y también aumenta la expresión de receptores activadores de IgG (receptores gamma Fc) en los neutrófilos.
Un informe del desarrollo de VAA en un recién nacido después de la transferencia materna de MPO-ANCA añade peso a la evidencia in vitro de que los ANCA son patógenos. Los modelos animales también apoyan este punto de vista, pues la transferencia intravenosa de MPO-ANCA induce el desarrollo de glomerulonefritis focal necrotizante pauciinmune en ratones receptores y se generó vasculitis en ratas susceptibles inmunizadas con MPO humana. No hay homólogo preciso de roedor de la PR3 humana, pero de manera reciente la transferencia de PR3-ANCA demostró inducir glomerulonefritis pauciinmune necrotizante cuando se inyectó en ratones después de la reconstitución con médula ósea humana.
Un gran número de monocitos y células T están presentes en las lesiones de vasculíticas crónicas. Se demostraron células T específicas de antígeno en pacientes con VAA, y seguían activadas a pesar de la remisión de la enfermedad, lo que sugiere que las células T contribuyen a la naturaleza recurrente/remitente de las VAA. El número y la función de las células T reguladoras se afectó en las VAA, y el número de células B de regulación también se redujo.
Se investigaron contribuciones genéticas a la patogénesis de las VAA con estudios de asociación del genoma. Distintas asociaciones HLA se demostraron para anti-PR3 ANCA (y GPA) y anti-MPO ANCA (y PAM), que indican que son entidades patológicas diferentes. Además, PR3-ANCA se asoció con el gen que codifica su antígeno diana PR3, y el gen que codifica a1 anti-tripsina, el inhibidor endógeno de PR3, lo que implica el antígeno en la patogénesis de la GPA. La expresión superficial de PR3 en los neutrófilos se controla por mecanismos epigenéticos, y los individuos que expresan grandes cantidades de PR3 en la superficie de los neutrófilos son más propensos a desarrollar la enfermedad. Los pacientes con VAA son también más propensos a llevar a polimorfismos en los genes CTLA4 y PTPN22, que se cree que son factores de susceptibilidad “general” asociados con enfermedad autoinmune.
Las VAA también se pueden precipitar por la exposición a medicamentos, como el propiltiouracilo, la minociclina y la penicilamina. Los agentes infecciosos a menudo se implican como iniciadores de vasculitis y la colonización nasal con Staphylococcus aureus se asoció con recaída en la GPA. Los autoanticuerpos para LAMP-2, que tienen homología con epítopos de proteínas en la bacteria Escherichia coli, también se encontraron en algunos pacientes con vasculitis. La exposición a la sílice, que también puede resultar en la formación de granulomas, se asocia con un riesgo mayor de VAA.
Patología
La VAA se caracteriza por inflamación y necrosis de capilares, arteriolas y vénulas, pero también puede afectar a los vasos más grandes. En el riñón, el proceso afecta principalmente a los glomérulos, que lleva a glomerulonefritis necrotizante focal y segmentaria con la formación de semilunas pero sin depósito de inmunoglobulina; esto se denomina “glomerulonefritis pauciinmune”. Se asocia a menudo a inflamación intersticial. En el pulmón, los resultados son generalmente de capilaritis, a menudo asociada con la hemorragia pulmonar. Las lesiones granulomatosas se producen en la GPA y la GEPA, pero no en la PAM. En el pulmón, a menudo hay grandes colecciones de células inflamatorias cerca de vasos afectados, mal definidas; estas se pueden presentar como nódulos cavitados. En las vías respiratorias superiores, esta reacción granulomatosa puede presentarse como ulceraciones.
Características clínicas
Los síntomas no específicos sistémicos como malestar general, síntomas parecidos a la gripe, fatiga y pérdida de peso son comunes en la VAA, y pueden preceder a otros síntomas. La presentación típica de vasculitis sistémica grave es con un “síndrome pulmón-riñón” ―la combinación de disfunción orgánica rápidamente progresiva tanto en el pulmón y el riñón. El diagnóstico diferencial de este síndrome es amplio (Tabla 1), pero siempre se debe tener a las vasculitis sistémicas en la parte superior.
GPA limitada ―se diagnostica cuando la vasculitis se limita a las vías respiratorias superiores, e incluye la nariz, los senos paranasales, la órbita, los ojos, la tráquea y los bronquios. Sin embargo, 90% de los pacientes con enfermedad sistémica por GPA también tienen uno o más de estos síntomas y así la implicación del pulmón y el riñón siempre debe descartarse en pacientes que se presentan de esta manera. Los síntomas de las vías respiratorias superiores incluyen sinusitis, epistaxis, otitis media, ronquera y estridor. Se pueden presentar masas retroorbitales con proptosis y se asocian con enfermedad sinusal extensa. Las complicaciones de la inflamación granulomatosa pueden causar ulceración de la mucosa y perforación del tabique nasal con nariz en silla de montar. La estenosis subglótica, que puede cicatrizar y ser irreversible, se produce en hasta 16% de los adultos y 48% de los niños. La GPA limitada tiene una propensión alta a la recaída y puede causar un daño significativo con el tiempo.
La GPA sistémica a menudo se presenta con algunos de los mismos síntomas de la enfermedad limitada con afectación de órganos vitales adicional, que incluyen la enfermedad pulmonar y/o afectación renal con glomerulonefritis. La presentación con una enfermedad que amenaza a la vida rápidamente progresiva no es infrecuente.
La PAM se caracteriza por glomerulonefritis rápidamente progresiva y enfermedad pulmonar. Aunque pueden producirse síntomas nasales y de las vías respiratorias superiores, son menos frecuentes, y no se ve la destrucción del tejido granulomatoso.
Afectación de órganos específicos en GPA y PAM
La afectación pulmonar se produce en algún momento en 85% de los pacientes con GPA. Los pacientes se pueden presentar con infiltrados pulmonares asintomáticos, o con uno o más síntomas como tos, hemoptisis, disnea o pleuritis. Los nódulos pulmonares con o sin cavitación se bien de forma común en la GPA, mientras que en la PAM por lo general no se ven nódulos y la enfermedad pulmonar tiende a mostrar un patrón de enfermedad pulmonar restrictiva más fibrosante. La hemorragia alveolar que pone en peligro la vida, que se manifiesta como disnea aguda, hipoxemia y hemoptisis, puede ocurrir en ambas condiciones.
La enfermedad renal puede variar desde un sedimento urinario activo (que contiene glóbulos rojos y cilindros) con función renal normal, hasta glomerulonefritis rápidamente progresiva con daño grave. Una “vasculitis renal limitada”, con rasgos característicos de glomerulonefritis necrotizante pauciimmune sin otra afección de órganos, es parte del espectro de la PAM. Hasta 77% de los pacientes con GPA desarrollará glomerulonefritis en algún momento.
Otros órganos ―la afección ocular es común y puede presentarse como conjuntivitis, escleritis o uveítis. La vasculitis del nervio óptico y la trombosis de la arteria de la retina son complicaciones poco frecuentes pero importantes. La pérdida de la vista se reporta en 8% de los pacientes. Las mialgias y las artralgias son comunes. La artritis no erosiva se produce en hasta 28% de los pacientes. La enfermedad de la piel puede manifestarse como púrpura palpable, úlceras y nódulos subcutáneos, y se produce en hasta 50% de los pacientes. La afectación del sistema nervioso (mononeuritis múltiple, neuropatía periférica), el tracto gastrointestinal (úlcera hemorrágica, perforación del intestino) y el corazón (arteritis coronaria) también puede ocurrir; estas son todas manifestaciones graves y requieren tratamiento inmediato para evitar daño orgánico irreversible.
Características clínicas de la GEPA
La GEPA se caracteriza por hipereosinofilia marcada con infiltración tisular de eosinófilos, formación de granulomas y vasculitis. Es menos común que la GPA o la PAM; la incidencia estimada es de 2.4/millón/año. La rinitis y/o el asma alérgica preceden al desarrollo de la vasculitis, y con frecuencia se asocian con síntomas no específicos. El asma es a menudo más grave en las semanas anteriores a la vasculitis. Una erupción y mononeuritis múltiple son características comunes de presentación. La afectación pulmonar incluye disnea, hemorragia alveolar o pleuresía y se asocia con infiltrados pulmonares no específicos en la radiografía de tórax. La afectación cardiaca, que se manifiesta como miocarditis con infiltración eosinofílica, vasculitis de las arterias coronarias y el infarto de miocardio, conlleva un mal pronóstico y es a menudo una manifestación tardía. La afectación gastrointestinal se puede presentar en varias formas con dolor, diarrea y ascitis. La afectación renal no es infrecuente (hasta 50%), pero por lo general es leve.
Investigaciones en VAA
Investigaciones de laboratorio de rutina: las anormalidades comunes incluyen leucocitosis, trombocitosis (> 400,000/mm3), anemia normocítica normocrómica y elevación de marcadores inflamatorios, que incluyen la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína C reactiva (PCR). La GEPA se asocia por lo general con eosinofilia en sangre (> 1.5 x 109/litro) y concentración elevada de IgE.
El análisis de orina es un marcador sensible de la afectación renal. Un sedimento urinario activo con eritrocitos y cilindros indica una enfermedad glomerular. La proteinuria a menudo está presente, aunque por lo general no en el rango nefrótico. Concentraciones elevadas de urea y creatinina son comunes, aunque la enfermedad renal activa puede ser presente incluso si los índices bioquímicos son normales, y por lo tanto el umbral para la biopsia renal en el contexto de sospecha de vasculitis y hematuria microscópica y proteinuria debe ser bajo.
Los ANCA son un marcador muy útil para el diagnóstico (véase autoanticuerpos en enfermedades reumáticas autoinmunes). La GPA sistémica se asocia con PR3-ANCA, aunque en la GPA limitada los ANCA son negativos en 40% de los casos. Los MPO-ANCA se asocian con PAM (70%, aunque PR3-ANCA también puede ocurrir). Entre los pacientes con GEPA, 50% son positivos para los MPO-ANCA, por lo general en el contexto de enfermedad vasculítica. Sin embargo, el valor predictivo positivo de una prueba positiva para ANCA es muy dependiente de la situación clínica.
Radiografía de tórax ―la hemorragia pulmonar es la forma más grave de la afección pulmonar y se ve como una opacidad pulmonar difusa (Figura 1), se asocia con una hemoglobina baja, pO2 arterial baja y la capacidad de difusión corregida elevada. Por lo general, la radiografía de tórax muestra de manera común nódulos pulmonares que a menudo se cavitan. Otras características radiográficas incluyen infiltrados reticulonodulares, cambios neumónicos, colapso y afectación pleural con derrame.
La biopsia de tejido confirma la enfermedad. El riñón por lo general es el mejor sitio para el diagnóstico. La biopsia renal se caracteriza por vasculitis necrotizante de vasos pequeños, con necrosis fibrinoide y la formación de semilunas pauciinmunes. Por lo general la biopsia de nasofaringe o transbronquial a menudo muestra inflamación inespecífica. La biopsia pulmonar por lo general requiere un procedimiento abierto para un diagnóstico histológico. La broncoscopía y el lavado se pueden utilizar para excluir la presencia de infección.
Tratamiento
La vasculitis debe reconocerse y tratarse a tiempo antes de que ocurran cicatrices permanentes; si no se trata, estas condiciones tienen una mortalidad de 80% a los 2 años. El tratamiento debe adaptarse a la etapa y la gravedad de la enfermedad (Tabla 2), para equilibrar los riesgos de la enfermedad frente a los de la toxicidad relacionada con el tratamiento. Las infecciones oportunistas son comunes, y la profilaxis antifúngica y contra agentes como Pneumocystis jirovecii es útil. La protección ósea con bifosfonatos (en aquellos con FG > 30 ml/min) y suplementos de calcio y vitamina D deben utilizarse en pacientes que toman corticoides, y las personas con riesgo alto de reducción de la densidad mineral deben examinarse con densitometría ósea. Los efectos adversos de la ciclofosfamida (por ejemplo, cistitis hemorrágica, cáncer de vejiga, linfoma, supresión de la médula ósea, infertilidad) se relacionan con la dosis acumulativa. Las pacientes en edad fértil deben asesorarse sobre los riesgos de infertilidad y se les debe ofrecer almacenamiento de gametos. Los pacientes que toman azatioprina a largo plazo deben examinarse de forma periódica para detectar tumores malignos cutáneos.
Enfermedad aguda ― tratamiento de inducción: en la vasculitis grave activa, se utiliza la ciclofosfamida, o de manera más reciente el rituximab, en combinación con dosis altas de corticosteroides para inducir la remisión de la enfermedad. La remisión se logra en aproximadamente 90% de los pacientes a los 6 meses. Los pulsos de ciclofosfamida intravenosa administrados cada 2-3 semanas resultan en una dosis acumulativa inferior de ciclofosfamida que la terapia oral diaria, y demostraron ser igual de eficaces en la inducción de la remisión en la VAA. En general se prefieren dosis bajas de ciclofosfamida a pesar de mayores tasas de recaída, debido a la reducción de la toxicidad. La dosis de corticoesteroides se reduce de manera gradual a medida que la inflamación se resuelve. Dos ensayos clínicos aleatorios establecieron la disminución de células B con el anticuerpo monoclonal anti-CD20, rituximab, en combinación con corticoesteroides, con o sin dosis bajas de ciclofosfamida, como un régimen de inducción alternativo. El rituximab tiene la ventaja de que no se sabe que promueva malignidad o reduzca la fertilidad, aunque las tasas de infección fueron similares con la ciclofosfamida y los regímenes a base de rituximab. Esto da una opción adicional de tratamiento para los pacientes con vasculitis, y es útil de manera particular para pacientes con riesgo alto de toxicidad por la ciclofosfamida, y en pacientes jóvenes para mantener su fertilidad. En aquellos con enfermedad grave (creatinina sérica > 500 mmol/litro o hemorragia pulmonar) se recomienda el intercambio de plasma además del régimen estándar de inducción. Actualmente no existe ninguna evidencia que apoye el uso conjunto de la plasmaféresis y la metilprednisolona, y la combinación puede aumentar el riesgo de infección. La terapia de inducción con inmunosupresores alternativos, como el micofenolato de mofetilo (MMF) o el metotrexato resultó en un control óptimo menor de la enfermedad en comparación con ciclofosfamida.
Mantenimiento de la remisión: después de la inducción de la remisión, que por lo general se produce en 3-6 meses, la azatioprina o el metotrexato deben sustituir a la ciclofosfamida, ya que esto demostró ser tan eficaz para mantener la remisión de la enfermedad como la ciclofosfamida de forma continua durante un año. La azatioprina a largo plazo se asocia con menos eventos adversos que la ciclofosfamida. El metotrexato no debe utilizarse en aquellos con insuficiencia renal significativa. La azatioprina se demostró en ensayos como más eficaz en el mantenimiento de la remisión que el MMF, que debe reservarse para los pacientes con intolerancia a la azatioprina.
Tratamiento de la enfermedad resistente: la terapia estándar de inducción falla para inducir la remisión en aproximadamente 10% de los pacientes. Un grupo adicional de pacientes difíciles comprende aquellos que recaen con frecuencia. El rituximab fue más eficaz en el tratamiento de recaída de la enfermedad que la ciclofosfamida en el estudio RAVE. En la enfermedad con recaídas frecuentes, el rituximab se mostró prometedor como un agente de mantenimiento, y el ensayo RITAZAREM comparará la eficacia de mantenimiento estándar con azatioprina con la disminución repetida de células B durante 2 años en prevención de recaída posterior.
Otras terapias sugirieron también beneficio en pacientes refractarios en series pequeñas. Las terapias anticélulas T con Campath (anticuerpo monoclonal contra CD52, expresado en todas las células mononucleares) y la globulina antitimocitos se utilizaron con alguna evidencia de eficacia en pacientes refractarios, pero con una incidencia alta de eventos adversos, que incluyen infecciones y leucopenia. La desoxiespergualina (un agente antiproliferativo en contra de células B activadas) también se utilizó con cierta eficacia aparente, pero también causa leucopenia. La inmunoglobulina intravenosa también se utilizó pero su eficacia no se demostró. Estos agentes no deben utilizarse para el tratamiento de vasculitis sin el asesoramiento de especialistas.
Tratamiento de la GEPA: los corticoesteroides son la base del tratamiento en la GEPA. Sin embargo, se añade la ciclofosfamida en pacientes con enfermedad grave, y puede ser necesario el mantenimiento con agentes ahorradores de corticoesteroides tales como la azatioprina o el MMF para evitar la exposición excesiva de corticoesteroides en los casos más graves. La gravedad de la enfermedad se puede evaluar con la escala de los cinco factores (un punto por cada uno: creatinina sérica > 140 mmol/litro, proteinuria > 1 g, compromiso gastrointestinal grave, cardiomiopatía y signos del SNC). La ciclofosfamida mejora la supervivencia en los pacientes con una puntuación de cinco factores de 2 o superior. Hay informes de casos de rituximab utilizado con éxito como agente de inducción alternativo a la ciclofosfamida en la GEPA. Un anticuerpo monoclonal anti-IgE (omalizumab) también se intentó, pero los informes iniciales sugieren que no es eficaz en el tratamiento de la vasculitis en comparación con el componente asmático de la GEPA. Un enfoque más prometedor es el anticuerpo monoclonal anti-IL-5 mepolizumab, que se considera en la actualidad para un ensayo aleatorizado en GEPA.
Monitorización durante el tratamiento: es esencial una cuenta regular de glóbulos blancos en el seguimiento. Los pacientes deben someterse a análisis de sangre semanales durante el tratamiento con ciclofosfamida. Si el recuento de glóbulos blancos cae por debajo de 4 x109/litro, la ciclofosfamida o azatioprina deben suspenderse y reanudarse con una dosis más baja una vez que el recuento se recuperó. Un recuento de leucocitos urgente debe realizarse en pacientes con signos de infección. El alopurinol (un inhibidor de la xantina oxidasa) se contraindica en los que recibieron azatioprina, debido al riesgo alto de supresión de la médula ósea.
Recaída
No está claro por cuánto tiempo debe continuar la terapia inmunosupresora de mantenimiento; la mayoría de los médicos recomiendan al menos 2 años. La recaída (50% en 5 años) puede ocurrir en cualquier momento, y los pacientes deben revisarse de manera regular (cada 3 meses) para detectar los primeros signos de recurrencia de la enfermedad y la toxicidad de los medicamentos. La recaída se produce con mayor frecuencia en la GPA y en los que se quedan positivos para ANCA. Las pruebas de ANCA se deben realizar en cada revisión. Los indicadores de recaída incluyen:
- recurrencia de los síntomas (estos pueden diferir de la presentación original)
- elevación de los marcadores inflamatorios (PCR, VSG)
- recurrencia o aumento de los títulos de ANCAs (pacientes que permanecen positivos para ANCA pueden estar en mayor riesgo de recaída)
- reaparición de hematuria y/o cilindros granulares en orina
- aumento de la creatinina sérica.
El tratamiento depende de la gravedad de la recaída. Tras una recaída importante, se debe volver a iniciar la terapia de inducción como se describió anteriormente, mientras que una recaída menor puede tratarse con aumento de la dosis de corticoesteroides. La escalada de la terapia no debe basarse sólo en un aumento de los títulos de ANCA, pero esto debe impulsar a una revisión más frecuente. El valor predictivo positivo de un incremento en el título ANCA varía de 20% a 80%, de acuerdo al estudio.
Pronóstico
La supervivencia es actualmente 70-80% a los 5 años. La muerte prematura es por lo general una consecuencia de infección. Los indicadores de mal pronóstico incluyen una edad mayor, hemorragia pulmonar y enfermedad renal grave. La enfermedad renal terminal se presenta en 20-25% de los pacientes. La enfermedad cardiovascular es mayor en pacientes con vasculitis y los factores de riesgo de morbilidad cardiovascular deben abordarse. La malignidad persiste como una preocupación, en especial el cáncer de piel con el uso prolongado de azatioprina. Con la mejora de la supervivencia, el daño a largo plazo de la enfermedad y la toxicidad de los medicamentos es un problema importante.
Vasculitis asociada a complejos inmunes
Enfermedad de la membrana basal antiglomerular (enfermedad anti-MBG)
La enfermedad anti-MBG (síndrome de Goodpasture) ahora se clasifica como una vasculitis de vasos pequeños mediada por complejos inmunes según el Consenso de la Conferencia de Chapel Hill de 2012. Es una condición autoinmune poco frecuente (incidencia de aproximadamente 1/millón/año). La enfermedad anti-MBG se presenta de forma clásica con disfunción renal rápidamente progresiva asociada con hematuria, cilindros de glóbulos rojos y proteinuria en rango no nefrótico, con o sin hemorragia pulmonar (presente en alrededor de 50% de los casos). Aproximadamente 15% de los pacientes presentan proteinuria, hematuria y función renal que es casi normal, pero tiene el potencial de progresar de manera rápida. La biopsia renal muestra glomerulonefritis con depósito lineal de IgG en la membrana basal glomerular, y anticuerpos anti-GBM detectables en el suero. Un número significativo (10-38%) de los pacientes con enfermedad anti-MBG también da positivo para ANCA (por lo general MPO-ANCA).
El autoantígeno es el dominio no colágeno de la cadena α3 del colágeno tipo IV, que se encuentra en la membrana basal del pulmón y el riñón. Los epítopos patogénicos de las células B y T se secuestran de manera normal dentro de la estructura del colágeno tipo IV, y no son fácilmente accesibles para el sistema inmune. Se plantea la hipótesis de que el daño a la membrana basal (ya sea por toxinas, daño mecánico [litotripsia], o VAA) expone estos epítopos y conduce a la pérdida de la tolerancia en individuos susceptibles. En este contexto, el tabaquismo se asoció con la presencia de hemorragia pulmonar en la enfermedad anti-GBM. También hay asociaciones genéticas (HLA DR4 y DR15). Con o sin tratamiento, la tolerancia inmunológica por lo general se restablece dentro de 6-9 meses, con la resolución de los autoanticuerpos, por lo que esta condición rara vez recae después del episodio inicial.
El desenlace renal correlaciona con la función renal y el porcentaje de medias lunas en el momento de la presentación. Los pacientes que requieren diálisis en la presentación tienen un pronóstico renal pobre (supervivencia renal 8% a 1 año en una serie). Sin embargo, en los que no dependen de diálisis, el tratamiento rápido puede conducir a buenos resultados (en una serie con una creatinina a la presentación por debajo o por encima de 500 mmol/litro para la supervivencia renal en 95% y 87%, de manera respectiva). El apoyo respiratorio puede ser necesario en los que presentan hemorragia pulmonar. La eliminación rápida de autoanticuerpos se logra con plasmaféresis durante un periodo de 2-3 semanas hasta que las concentraciones de autoanticuerpos están en el rango normal. Los corticoesteroides en dosis altas junto con ciclofosfamida se dan para prevenir la formación de nuevos autoanticuerpos. La ciclofosfamida por lo general se puede suspender a los 3 meses, con una reducción lenta de los corticoesteroides durante 6-9 meses. Sin embargo, a los pacientes “dobles positivos” con MPO-ANCA, así como con anticuerpos anti-GBM se les da por lo general inmunosupresión de mantenimiento a largo plazo similar las VAA, puesto que su enfermedad ANCA puede recaer.
Vasculitis por IgA (púrpura de Henoch-Schönlein)
La púrpura de Henoch-Schönlein es una vasculitis sistémica caracterizada por depósito de IgA. Es más común en los niños, a menudo ocurre antes de la edad de 5 años, aunque puede ocurrir a cualquier edad. La etiología es desconocida, pero la condición ocurre de manera común después de una infección del tracto respiratorio superior. Tanto factores genéticos como ambientales parecen desempeñar un papel. Tanto la IgA circulante como la que se encuentra depositada en pacientes con vasculitis IgA y sus familiares muestran glicosilación reducida en comparación con controles sanos.
Las manifestaciones clínicas son:
- erupción, que suele afectar a la región glútea y los miembros inferiores (100%)
- artralgias (75%)
- afectación gastrointestinal, dolor abdominal y diarrea sanguinolenta (30-40%)
- glomerulonefritis (50%), a menudo más grave con el aumento de edad.
Otros órganos, como el SNC (convulsiones) y el pulmón (hemorragia pulmonar), también pueden estar implicados.
El diagnóstico de vasculitis por IgA se basa en los síntomas clínicos y confirmados por biopsia de tejido. La biopsia de piel revela vasculitis leucocitoclástica con depósito de IgA en los vasos sanguíneos o la unión dermoepidérmica. La histología renal puede variar de proliferación mesangial leve a glomerulonefritis necrotizante focal segmentaria, pero siempre muestra depósito de IgA en el mesangio. La biopsia renal se debe realizar en pacientes con proteinuria y hematuria, porque la gravedad de la afectación renal (en particular el número de semilunas) es un determinante importante de pronóstico.
La vasculitis por IgA suele ser autolimitada y requiere sólo tratamiento sintomático. Sin embargo, en aquellos con afectación renal, el daño puede persistir y progresar sin signos de enfermedad activa, con un curso peor en los pacientes mayores. Los inmunosupresores deben considerarse en pacientes con afectación renal, en especial aquellos con enfermedad grave, aunque no se realizaron estudios controlados aleatorios. Las recaídas son comunes, sobre todo en pacientes con nefritis.
Vasculitis secundaria asociada a complejos inmunes
Un número de trastornos sistémicos mediados por complejos inmunes puede asociarse con vasculitis, incluidas las enfermedades reumáticas autoinmunes, las disproteinemias, las infecciones y los tumores malignos (Tabla 3). Es particularmente importante tener en cuenta las infecciones como la hepatitis B o C (a menudo asociadas con crioglobulinas), el VIH, y las infecciones bacterianas crónicas, tales como la endocarditis bacteriana subaguda, en el diagnóstico diferencial de la vasculitis, pues el tratamiento de la infección subyacente es entonces una parte importante del tratamiento.
El lupus eritematoso sistémico (LES) se asocia a veces con vasculitis por complejos inmunes (10% de los pacientes), pero en 90% de estos casos se limita a la piel. La vasculitis que afecta a órganos viscerales es menos común en el LES y por lo general se asocia con enfermedad serológicamente activa con complemento bajo y anticuerpos anti-dsDNA elevados. Los síndromes de superposición de LES con VAA (por lo general positivos para MPO-ANCA) también se reconocen. El involucro vasculítico de órganos vitales en el LES se trata con inducción de inmunosupresión de una manera similar a la VAA (tabla 2).
La vasculitis crioglobulinémica se caracteriza por la presencia de complejos inmunes en el plasma, que se precipitan en el frío y se disuelven con el recalentamiento. Las crioglobulinas se depositan en los vasos pequeños y causan inflamación y vasculitis. Las crioglobulinas se clasifican de acuerdo a la composición de la crioglobulina en tres subtipos (Tabla 4). Las crioglobulinas monoclonales (tipo I) se asocian con discrasias de las células plasmáticas y tienden a presentarse con síntomas de hiperviscosidad y trombosis (es decir, con isquemia digital en lugar de vasculitis) y no se consideran más aquí. Las crioglobulinas mixtas (tipos II y III) se asocian de forma más común con vasculitis. Se encuentran con estados inflamatorios crónicos asociados con la hiperactivación de las células B, tales como enfermedades reumáticas autoinmunes, y las infecciones virales tales como la hepatitis C (Tabla 3).
Manifestaciones clínicas: las características de la vasculitis crioglobulinémica son fatiga, artralgias y mialgias y púrpura palpable debido a vasculitis cutánea. La artralgia puede empeorar en el frío, y el fenómeno de Raynaud y la livedo reticularis están también a menudo presentes. La glomerulonefritis, que se presenta con proteinuria, hematuria y disfunción renal, y la neuropatía periférica son comunes. Los estudios muestran baja concentración del complemento C4, debido a la activación de la vía clásica del complemento por los complejos inmunes. La concentración del complemento C3 es típicamente normal o casi normal. Las crioglobulinas se pueden precipitar a partir del plasma cuando se entrega una muestra de sangre caliente al laboratorio. La biopsia renal en la vasculitis crioglobulinémica muestra de forma típica glomerulonefritis membranoproliferativa con depósito de complejos inmunes. La biopsia de piel muestra vasculitis leucocitoclástica.
El tratamiento de la crioglobulinemia depende del trastorno subyacente. En presencia de discrasias de células plasmáticas y linfoma, se indica la quimioterapia específica de la enfermedad. Los pacientes con crioglobulinemia mixta asociada a la hepatitis C con involucro orgánico mayor, como renal, neurológico, intestinal, cardíaco o involucro digital grave, deben recibir tratamiento combinado con inmunosupresión y terapia antiviral, ya que esto demostró controlar mejor el daño orgánico que el tratamiento antiviral solo. El rituximab con corticoesteroides mostró ser un tratamiento eficaz para la crioglobulinemia mixta, y es bien tolerado. La ciclofosfamida con corticoesteroides es una alternativa. El intercambio adicional de plasma puede ser necesario para la enfermedad rápidamente progresiva.





Centro Regional de Alergia e Inmunología Clínica CRAIC,Hospital Universitario “Dr. José Eleuterio González” UANL, Monterrey, México

Dra. med. Sandra Nora González Díaz           Jefe y Profesor
Dr. Alfredo Arias Cruz                                  Profesor
Dra. Dulce María Rivero Arias                       Residente 1er Año

Dra. Alejandra Macías Weinmann                  Profesor

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