En el célebre Canto a mí mismo, el poeta norteamericano Walt Whitman afirma: "Yo contengo multitudes". Whitman vivió en el siglo XIX, pero la ciencia de los siglos XX y XXI le dan la razón. Cada uno de nosotros contiene billones de minúsculos alquimistas en su tracto digestivo: una miríada de bacterias intestinales que se ocupan de innumerables procesos que nuestras propias células no pueden realizar.
Por su trascendencia en la salud, la "microbiota", como se conoce a este ecosistema que nos habita, despertó un enorme interés entre los investigadores y dio sustento al campo de los "probióticos", esos microorganismos que cuando llegan vivos al intestino tienen efectos beneficiosos.
Ahora, investigadores del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario (UNR) realizaron un hallazgo singular: mostraron en un modelo de laboratorio que una bacteria probiótica llamada Bacillus subtilis, consumida desde hace miles de años por ciertos pueblos asiáticos, retardaría el envejecimiento y prolongaría la vida. Acaba de publicarse en Nature Communications.